sábado, 27 de junio de 2009

Caravan


A K y a mí nos acompaña un impulso irrefrenable: el que provocamos a terceras personas en las situaciones más rocambolescas.
Sin ir más lejos, el domingo pasado fuimos a disfrutar de un concierto al aire libre de la Jove Big Band del Taller de Músics y acabamos siendo las niñeras de un abuelo con demencia senil escondida bajo la visera.

Instaladas en una mesa, a la fresca sombra de un árbol, vinieron a perturbar nuestra paz un matrimonio bastante mayor con el padre de la señora. Colocado éste bajo el mismo árbol, a trompicones y codazos, y comunicadas al aire las palabras… “No os preocupeis, sólo os dará conversación”… la pareja desapareció.
La escena siguiente, puro surrealismo dominical: el yayo blandiendo un álbum de fotos (que sacó del morral que lo ceñía) e insistiendo con sonidos guturales para enseñárnoslo; K, de espaldas al abuelo y parapetada tras las gafas de sol para no soltarle un moco, como si la cosa no fuera con ella. Y yo, aplacando la furia contenida de una y cortando las alas expansionistas del otro, a la voz de “Ahora no, abuelo. Más tarde, más tarde”.



Al rato regresó la pareja y, colocado también el marido en una sillita, la mujer se fue a pedir el vermut. K no pudo aguantar más e hizo lo propio.
Sola ante el peligro, así me quedé yo, con aquellas dos ruinas humanas y protegiendo la mesa de los buitres que, huyendo del Lorenzo, llegaban tarde.


La música parece que aplacó los ánimos alterados de todos los presentes.
Nuestro abuelo dejó las fotos para concentrarse en la ardua tarea de pelarse unas almendritas; y acabada ésta, pasó a taparse los pabellones auditivos con salero viejuno ante el ataque desenfrenado de la sección de viento. Sólo cuando la cantante amenizaba el ruido ensordecedor de los metales, disfrutaba como un enano.

Excelente concierto, del que os recupero uno de los últimos temas: Caravan, de Duke Ellington.



sábado, 20 de junio de 2009

Smiles!

El hombre de hielo se ha reído aunque para ello me haya tenido que caer de la silla.
Su risa ha sido de aquellas que se contagian. Su estruendo, el primero de una serie de réplicas más o menos afortunadas pero sin llegar a alcanzar a la original más que en las intenciones.
El hombre de hielo se ha reído demostrando que el sentido del humor es particular de cada uno y general de la mayoría.
Y entre tanta chanza, mis posaderas en el duro suelo, doloridas y escarmentadas de lo lindo.
Desde mi posición privilegiada, me rodean cientos de piernas descontroladas que intentan contrarrestar el ataque de las cajas torácicas, ajenas a la razón que ha provocado semejante barullo.
No puedo dejar de observar la mandíbula desencajada del hombre de hielo y esa energía emanada desde su fuero más interno.
Pareciera que me quisieran engullir pero también mi risa adquiere protagonismo entonces, ensordeciendo como la que más.
¿Para qué levantarme? Nada tiene remedio ya.




Ninotchka (1939)
director: Ernst Lubitsch
actores: Greta Garbo, Melvyn Douglas

sábado, 13 de junio de 2009

Insensatez

Las luces de la ciudad me descolocan y me atrapan. Crean un torbellino de reflejos en mi piel que a ti no te alcanzan. Yo esmeralda, púrpura,… a veces añil; pero tú siempre pura sombra. Recostada en tu regazo, sorpresa colorista en tu traje impecable. Mis pupilas verdes, cual gotas derramadas, se hacen aguja en tu corbata.


La ventana te distrae y en tu mirar un carrusel enloquecido se precipita vertiginosamente al vacío. El coche gira al pasar la esquina y se cambian los papeles. Donde todo era desolación, ahora habita el arco iris; y a mí me ha invadido la oscuridad.
Acurrucada en ti, me acunas entre tus brazos mostrando una ternura desconocida que me cautiva y emociona. Si me concentro, creo reconocer, en los latidos de tu corazón, los acordes de How insensitive que Diana Krall canta una y otra vez en el cd. Sonidos acoplados que transforman ese instante en algo irrepetible.
Cuando me preguntes, horas más tarde, qué más recuerdo del día de hoy, te hablaré sin dudar de la rotunda calidez de tu aroma y de la falda corta de mi uniforme.


Ay un corazón que nunca amó,
no merece ser amado.

Ves haces sufrir, a quien te amó,
a quien todo te lo ha dado.
Ay tu corazón que nunca amó,
no merece ser amado.

Ay qué insensatez,
causa dolor a quien nunca te ha dolido.

Y sé que, al final,
la soledad es el único castigo.

Ay un corazón que nunca amó,
no merece ser amado.


El coche oficial se detiene y, con él, nuestro particular universo. Dejamos que el ritmo lento de la canción paute nuestra despedida, una mezcla de besos suaves y cortos, vibrantes como las cuerdas del piano; y de caricias robadas al punteo del contrabajo.
Antes de bajar, me vuelvo a mirarte. El color del trayecto se ha tornado sepia por efecto de la luz en los asientos. Me sonríes y me voy, feliz como una colegiala.

Mañana, en la pausa del café, sonará de nuevo Insensatez por el hilo musical del ministerio. Tú ya habrás dimitido y yo renunciaré a mi puesto unos minutos más tarde. Los burócratas se olvidarán pronto de nosotros, de si tú pareces mi hijo o yo tu madre. La cordura regresará de nuevo a la ciudad.

sábado, 6 de junio de 2009

Más fútbol

Hace unos años, en el suplemento de La Vanguardia, escribí…

Si eres una mujer blanca, de 35 años, soltera y sin hijos con dos carreras universitarias y trabajo fijo, no puedes ir por el mundo diciendo cosas como… “Necesitas a Iniesta o a Deco, con una excelente visión de juego, para asegurarte la circulación del balón al primer toque y, también, la posesión. Sólo así llegarán pases en profundidad a los delanteros”… Porque intimidas a los hombres que te puedan estar escuchando –ese día no ligas, fijo- y porque aburres soberanamente a tus amigas al no mencionar las piernas de los jugadores o sus cuentas corrientes. Si a todo esto añades que sigues con atención la liga, que vas al Camp Nou a ver los partidos y a animar a tu equipo, que puedes llegar a cambiar tu agenda social si coincide con retransmisiones deportivas, y que en tu balcón ondea la bandera azulgrana para festejar los triunfos, pues la cosa empeora hasta grados insospechados. Pero, ¿y lo bien que te lo pasas con el fútbol?



Ahora, esta enajenación que me nubla el sentido y que tira por tierra al señor alemán que me esconde las cosas, se ha cobrado una nueva víctima: el aficionado merengón que vive al lado.
Pero ojo, sigue vivito y coleando, sólo faltaba, lo que pasa es que no lleva demasiado bien que la bandera descomunal que ondea desde hace un mes cayendo desde la azotea por toda la fachada le tape el lindo sol del amanecer. De hecho, lo que más le jode es que los rayos atraviesan la tela y los colores azul y grana quedan pintados en su habitación; y eso de despertar bañado en un mar culé le repatea los higadillos.
Y yo lo entiendo, porque si me pasara a mí lo mismo también estaría cabreada.
Pero como le dije no hace mucho… ¡Amigo José, asúmelo tío, a este mundo se viene a sufrir!


Para los que nos gusta el fútbol, el verano se convierte en una travesía por el desierto. El verde brillante de la hierba mojada que, hasta no hace mucho, residía en las pupilas de los adeptos a esta pagana religión, ha muerto quemada por el sol del buen tiempo y ahora sólo queda arena rojiza.
Como si U2 ya hubiera actuado en el Camp Nou y todavía no hubieran empezado los trabajos de replantación.
Y esta desgracia crea problemas de logística importantes porque hay que reprogramar la agenda para entretener las dos horas que se ganan al no tener partido. Así se van sucediendo un sin fin de actividades, a cual más penosa, que no acaban de llenar el vacío existencial que ha dejado el cierre futbolístico.
Que si barbacoas con amigos insoportables, que si más bañitos en playas infectadas otra vez de medusas asesinas, que si encaje de bolillos cada vez que vas a casa de la suegra, que si Paco ayúdame con los niños y llévatelos un rato al parque para que se desbraven, que si caminatas interminables con el perro para que estire un poco las patas y regule su transito intestinal de una puñetera vez, etc., etc., etc.


En fin,… ¡¡qué haríamos nosotros, sufridores empedernidos, sin esa colección de dvds que ahora venden todos los periódicos y que, a pesar de la fortuna que nos arrebatan, nos proporcionan entrañables y carismáticos momentos de éxtasis y desenfreno mientras babeamos como tontos reviviendo los goles de nuestros ídolos del balón!!