En blanco y negro, veo también una plaza, pocos árboles,
un horizonte casi todo cemento.
Noto que la lluvia salada del norte, me empuja hacia abajo,
me acerca a los charcos eternos.
Oigo una caja de música a lo lejos,
que repite su metálica melodía,
llamándome al recuerdo.
Veo una bufanda al viento...
Una esperanza, más allá de los grises, aunque las moras, los fogonazos y el mar, queden tan lejos.
Mientras tanto, mojados tus huesos, calado tu pelo,
ahora ya, cierra tus cansados ojos, y vuelve a soñar,
la atalaya es solo tuya, mañana te estará esperando.
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resaKa, de un océano rimado de palabras, que ya no sana lo suficiente
resaKa, que busca desahogo en otro diluvio, desde el piso más alto de esta cárcel de cuento
soy el mástil que aguanta la veleta de tu bufanda
soy el pararrayos que ondea su figura ante la descarga, reclamándola para sí
la lluvia torrencial moja más de la cuenta, camufla mis lágrimas
la lluvia condensa la espesura que me nubla y entela el damero perfecto de calles y plazas visible desde aquí arriba
pero sólo el rayo posee la feurza para hacerme temblar, para enjuagar mi propio abecedario en los charcos luminosos que supuran de las aceras
resaKa, en la que unos labios desconocidos ponen música gótica al oscuro paisaje que entreveo citando tu memoria
(de Tara)