domingo, 27 de marzo de 2011

Luna de nata


Nada montada. Ahí es nada. Con una obturación de la hostia, en blanco y negro y sin trampa ni cartón. O eso es lo que Sondrina jura y perjura.

Nata montada. Otra de las maravillosas fotografías culinarias de mi no del todo bien apreciada asistenta. En esta ocasión sólo hizo falta que una servidora, armada con delantal y artilugio montador, batiera el fluido elemento hasta conseguir la textura idónea para obrar el milagro artístico.

Nata montada. ¿Podéis apreciar los hoyuelos como diminutos cráteres? A mí me recuerdan las pisadas sobre la nieve, el molde gélido que delata la presencia humana más allá de las cumbres más escarpadas.

Nata montada. Si los familiares albano-kosovares de Sondrina levantaran la cabeza lo suficiente y acertaran a descubrirla tras el objetivo, estarían conmigo en que el mundo ha perdido a una gran francotiradora porque donde pone su ojo pone…

Nata montada. La próxima vez le pediré explicaciones menos cáusticas. Quiero saber qué tiene ella en contra de los postres caseros para ir reventando mis recetas en aras del lenguaje poético no conceptual de la fotografía de autor.




Fotografía APOD: Iapetus

sábado, 19 de marzo de 2011

I don't understand it


En lo más hondo del pozo, donde la luz desapareció por completo, como queriendo participar del naufragio; enfadada contigo misma por perder pie tan fácilmente, cobarde llorica a la mínima que se tuerce tu eje de rotación. Y presa de pies y manos, cimentada en el gris portland de un invierno sin lustre ya pero vivo todavía.


Y en ese deambular fantasmal, sigues estando ahí. Para el resto de mortales que sí te ven, no pasas desapercibida.
Y eso es lo más maravilloso de todo, lo más extraordinario.
Que se prenden de ti, que se fascinan… que no quieren perderte ahora que entrevieron tu estrella allá por la niebla de su propio via crucis.

El cebo siempre es pequeño: el regalo de un lápiz, el calor de un beso entregado al aire, la intención de una mirada,…
Pero el milagro es muy grande: renacer de las cenizas, aún sin haber padecido hoguera ninguna.


Hoy luce el sol, mañana…

miércoles, 9 de marzo de 2011

El asedio


“Llueve como si las nubes oscuras y bajas tuvieran espitas abiertas, y por ellas se derramaran torrentes. El violento temporal de agua y viento que azotó Cádiz por la mañana ha dado paso a un aguacero intenso, continuo, que lo empapa todo repiqueteando en los toldos, las fachadas de las casas y los extensos charcos, formando regueros en la arena echada sobre el pavimento para que no resbalen los cascos de los caballos. De los balcones cuelgan banderas mojadas y guirnaldas de flores deshechas por la lluvia. Al resguardo del portal de la iglesia de San Antonio, entre la gente que se protege con hules y paraguas o se agrupa por centenares bajo los toldos y en los balcones, Rogelio Tizón observa la ceremonia que, pese a la lluvia, se desarrolla en el dosel levantado en el centro de la plaza. España, o lo que de ella simboliza Cádiz, ya tiene Constitución. Se presentó de modo solemne esta mañana, sin que el mal tiempo desluciera el festejo. El peligro de las bombas francesas, que desde hace semanas caen con más precisión y frecuencia, desaconsejaba celebrar la procesión de diputados y autoridades, y el tedeum previsto en la catedral. Se temía, con razón, que los enemigos pusieran de su parte para señalar la fecha. De modo que se trasladó el acontecimiento a la iglesia del Carmen, frente a la Alameda, fuera del alcance artillero enemigo, donde el gentío entusiasmado –la ciudad en pleno está en la calle, sin distinción de oficios ni condición- aguantó a pie firme las turbonadas de viento, el agua inclemente y hasta el desgarro repentino de un árbol robusto, que cayó sin causar daños; no haciendo el suceso sino aumentar el alborozo popular, mientras sonaban las campanas de todas las iglesias, atronaba la artillería de la plaza y los navíos fondeados, y la extensa línea de baterías francesas respondía desde el otro lado. Celebrando allí, a su manera, que hoy, 19 de marzo de 1812, es día del santo de José I Bonaparte.”




Arturo Pérez-Reverte. El asedio. 2a ed. Madrid: Alfaguara, 2010. 727 pág.