sábado, 30 de junio de 2012

mapas del Tiempo

 
mapas del tiempo
de aquel que maniobran las agujas del reloj
o del que se esconde entre nubes de algodón

todo sobre fondo azul,
sea en la esfera de tu muñeca
o en la bóveda que pinta el firmamento

congelado en el presente absoluto
de una mirada tuya,
dando hilo a mi cometa
aire a mis cabellos
y color a mis suspiros

fugaz tránsito de segundos,
como enseres puestos en fila,
orbitando definitivamente entorno al deseo,
rotundo y perverso,
de buscarnos sin sospecharlo apenas

domingo, 17 de junio de 2012

La professora de piano


De vegades se sent sola, però freqüenta la biblioteca del Club i n’agafa tres o quatre llibres cada vegada. Hi ha moltes coses per saber i aprendre. Llegeix sobre Beethoven, sobre el cultiu de l’arròs a la Xina, biografies de primers ministres anglesos, i troba consol en el fet que mai no es quedarà sense llibres. Allà també hi ha un piano i l’encarregada li ha dit que pot tocar-lo fora d’hores si ho pacta abans. Hi va al capvespre, quan fa menys calor, i toca durant una hora més o menys, mentre el personal neteja al seu voltant. Hi va prou tard perquè totes les conegudes que hi podria trobar hagin acabat de prendre el te i hagin marxat a casa a preparar el sopar, a reunir-se amb els seus marits i fills que omplen les habitacions de xerrera i soroll, tan diferent de casa seva.



Janice Y. K. Lee. La professora de piano. Barcelona: Salamandra; La Magrana, 2009. 381 pág.

miércoles, 6 de junio de 2012

Cambios


El sábado le tocó a los armarios. Uno tras otro fueron vaciados, llenados de nuevo, vueltos a vaciar parcialmente para ajustar los estantes, y vueltos a llenar. Uno de ellos no quedó muy conforme con las mejoras incorporadas, Sondrina parlamentó largo y tendido en su dialecto ininteligible y, al final, yo lo zanjé todo cerrando las puertas y mirando para otro lado. Que, de lo contrario, nos dan las uvas, sin nada comprado para la cena de fin de año y los invitados apunto de presentarse.

Las mantas agradecieron posar sus mullidas gracias en los perfumados interiores y abandonar así otros insospechados rincones de casa no acondicionados para su peculiar descanso veraniego.
Otra cosa fue lidiar con faldas, vestidos, abrigos, jerseys de lana, bufandas, algún que otro calcetín desparejado y demás familia. Mi madre siempre me dice qué hago con tanta ropa, que por qué yo la acojo siempre en mi casa, si no tiene otro sitio a dónde ir.
Yo siempre le digo lo mismo, que mi relación con ella es de larga duración, como si fuéramos un matrimonio; y que se vaya quitando de la cabeza esa idea loca de que yo y la tarjeta de crédito, cuando entramos en una tienda, arrasamos con las existencias,… que eso era antes, cuando tenía dinero (bueno eso tampoco que de dinero no me falta, y no tengo madera cerca para sobarme con ella).

En fin, que este sábado por la mañana tocaba “fer dissabte”, como decimos por aquí, y Sondrina ha metido mano todo lo que ha podido y más. De no vigilarla con esmero y mucha paciencia me habría dejado con una mano delante y otra detrás.
Lo que no quiso llevarse la muy joía (perdón por el barbarismo) fue el muerto de detrás del sofá. Que no lo conocía de nada y que eso de meter extraños en casa, en los tiempos que corren y en los de antes, es una temeridad.
No sé, le preguntaré al presidente de la comunidad por si le suena de algo. Pero por más patadas y golpes que le meto no dice ni pío.