jueves, 24 de junio de 2010

mara - villaSS


En la plaza Bilbao, en el ensanche, entre la pensión, el río y la catedral del Buen Pastor, el reino de las maravillas… una librería. Con su cabecera de vidrio emplomado, reflejando sus coloridas flores por dentro, sobre los libros del escaparate, para brillante maravilla de los que entramos a manosear miles de páginas impresas.


Y en la iglesia de Santa María, una audición.
Órgano y violín, quiero creer que es Haëndel.
Se nubla el entendimiento. La paz de espíritu revolotea por entre las floridas arcadas. Misticismo simbólico sólo interrumpido por el grupo del Inserso que viene a cortar en seco el vuelo gozoso de mi alma.
Me estrello contra uno de los evangelistas: el león de San Marcos me clava sus fauces. Y de ahí, precipito sobre los bancos de los fieles, como madero arrojado al mar. ¡Qué lástima de aterrizaje!

Pero se van y a pesar de las heridas vuelvo a levitar hacia el altar mayor poseída por las notas de dos violines adolescentes.
Haces de luces que inspiran en oblicuo desde las alturas como las revelaciones auténticas.
Suena un adagio y se me encoge el corazón. Me viene la sal a los ojos, en lágrimas escapadas de dios sabe dónde, al encuentro de unas pupilas amaradas de sol, escocidas de tanta luz. Y los pies se posan de nuevo sobre el suelo, para volver a la tierra y a este día luminoso, resplandeciente.

En el caserío Zabalaga se instalan piezas de pequeño formato de Chillida; y en torno a la columna vertebral del edificio, una coral improvisa un ensayo que estremece las piedras. La lengua vasca resuena diferente, como filtrada por entre las líneas y volúmenes imaginados por el artista. Y te das cuenta de que no puede ser de otra manera, que la voz es parte consustancial de la obra de arte.


Los metales que trabaja Chillida son mates, de acabados imperfectos, extractos de la misma naturaleza y devueltos a ella.

“… Estaba haciendo unas herraduras, en un ambiente oscuro, de luz negra, que es como yo me veo a mí como vasco y a los vascos, es un país de luz negra; no es la luz del Mediterráneo, es otra luz.” (Eduardo Chillida)


Quizá por eso, por el tema de la luz, aparece insertado en el azul, surgiendo del verde, el gris de la piedra. Artilugio artificioso, de manufactura humana, guardando las vías de la estación proyectada por Eiffel, el mismo del de la torre parisina.


Y en el horizonte finiquitado del día, la luna emerge entre jirones de nubes para mecerse estática sobre La Concha. Camino a contracorriente el paseo mientras un chupatintas hace lo propio a orillas del mar, posando sus mocasines, primero uno, después el otro, sobre la alfombra arenosa. Pisadas que permanecerán en el recuerdo de la resaca.

No hay comentarios: