miércoles, 9 de junio de 2010

de Peines


Llegados hasta aquí, hasta este punto y final relativo, me doy cuenta de que el viaje valió la pena, de que no todo está perdido.
El mar siempre ha ejercido sobre mí ese poder calmante e hipnótico de las grandes ocasiones. Aquellas en las que la belleza de un instante sirvió para pagar todas las deudas contraídas con el mundo.

Regueros de óxido se mezclan con la sal en cada romper de olas; mechones de agua salpican el rompiente y algunas gotas, escupidas por la fuerza, mojan lo seco que hay en mí. Y, a veces, esas lenguas submarinas se enredan en las púas retorcidas de un peine estático y monótono que se alza sobre la piedra.

Puesta de sol en La Concha, descolocada, desconcertante, pues el sol parece fuera de lugar. Quizá mi recuerdo quedó preso de Sitges, aquella tarde de diciembre en la que palabras ajenas me bañaban los oídos.


Llegados hasta aquí, repito, creo que hay esperanza. O eso es lo que garabatea el grafito del lápiz que nunca me abandona. Esperanza para mi circunstancia, que me sigue sin descanso y sufre mis repentinos y exagerados cambios de fe.
Miro cómo se retuerce el metal, cómo se hunde en la carne rocosa e intento aplicarme la lección.


Geometría espacial que me gustaría recorrer, empequeñecida como pulgarcita electrónica, en pos de esa belleza que me cautiva el espíritu.
Si Wilde levantara la cabeza me demandaría, le robé su plan para subsistir.
Si Wilde levantara la cabeza… es igual, no tiene importancia.

Pliegues del arenal se vendrán conmigo de vuelta y un leve tinte rojizo grabará sensacionales reflejos en la cara de la luna, contemplando el horizonte finiquitado del día.

3 comentarios:

Verdial dijo...

Déjame un cachito de esos pliegues del arenal que te has traído. Estoy segura de que me contagiaran de la maravillosa bellesa de La Concha.

Besos

Tesa Medina dijo...

Si Wilde levantara la cabeza seguiría disfrutando de los pequeños placeres que son el refugio de las mujeres y los hombres complicados, que no son otros que los que buscan todo el rato y no se resignan a la grisura de los días.

Y el sol se pone por el mar en en norte y en el Mediterráneo sale.

En La Concha se el sol un poco esquinado no emergiendo del horizonte.

El peine lo vi en un día de mar bravo y le sienta muy bien al hierro y la forma.


Un bello post, Tara.

Un beso,

C. Chase dijo...

Esta vez creo que has sido tú la que se lleva el premio al mejor comentario. Has dado justo en el clavo. Yo hace tiempo que vengo sosteniendo esa teoría... que en las sombras de las sociedades modernas existe una organización encargada de pensar cómo complicarnos un poco más la vida.