lunes, 23 de junio de 2008

Lunes de resaca

Madrid se ha levantado feliz pero con una resaca del 15. Las ojeras armonizan con las camisetas rojas de España; y la plaza de Colón se arregla de nuevo para dentro de cuatro días.

Ayer la ciudad ya era una marea encarnada, en algunos momentos salpicada de blasones en el gualda de la bandera. Pero, al acabar el partido, la furia roja se desparramó masivamente.



Antes, por la tarde, ya no se cabía en la plaza. Y pedí refugio en un pub irlandés cinco minutos antes del pitido inicial. Cuando sonaban los himnos, los lugareños congregados caimos en la cuenta de que los italianos nos ganaban en número, pero no por eso flaquearon nuestras fuerzas.

Después de tres cervezas, mi pedal era considerable; y la pelota, obstinada, se negaba a entrar en la portería. A la hora de los penalties, silencio sepulcral y atención máxima.
¡Suertes que pasamos de cuartos!

Hoy la gente vive el lunes de otra forma. Las estúpidas dependientas te tratan fatal, pero les miras el cerco oscuro de los ojos y sonríes, para aplacarles el demonio; y ellas, avergonzadas, se reconocen en tu cara de sueño y se apiadan de tí... aunque lo justo para cobrarte con resignación la montaña de ropa que les has tirado en el mostrador de rebajas.

¡¡PO-DE-MOS!! ¡¡PO-DE-MOS!!

miércoles, 18 de junio de 2008

El centímetro

No estamos en febrero ni tampoco en el mes de las novias. Así que, descartados los disfraces, ¿qué nos queda? ¡Las obras del metro!

Eso explicaría por qué mi vecina del 3º 1ª blandía una cinta métrica de modista ante las narices del ingeniero encargado de las obras, mientras le instaba a bajar al 1º 4ª empujándole amablemente por las escaleras para demostrarle que las juntas de expansión de su comedor (las que han aparecido al lado de la tele de plasma de 42 pulgadas) superan en tamaño y hermosura a las de la vecina en casi un cuarto de punto.

Cada vez que recuerdo la escena aún veo a una mujer transfigurada en Chus Lampreabe, con su bata de boatiné, las gafas de pasta y elucubrando en centímetros y más centímetros; frente a un Antonio Resines, sudando tinta bajo el casco de obra y moviendo nerviosamente sus extremidades superiores para hacerle ver que aquél no era un instrumento de medición apropiado.

- Que no señora, que no es eso. Lo que quiero que entienda es que ese metro no sirve para…
- Le advierto joven que las distancias en centímetros están normalizadas por organismos internacionales y no se han cambiado en años. Además, ya verá como tengo razón: la raja de la Felisa es más chica que la mía.

¿Y cómo era el objeto de deseo de ambos contrincantes? ¡Antediluviano!
Doña Chus tenía aquella cinta métrica de cuando estudiaba el método Martí de corte y confección, y se notaba que su vida había sido larga y muy dura. Aunque en sus tiempos mozos la beta brillaba, con los números y las rallitas pintados en negro, y con los remaches metálicos que parecían de oro bruñido, en la actualidad, lucía deshilachada en algunos tramos y con los centímetros casi borrados.

Pero esos detalles insignificantes no achicaban la vehemencia de mi vecina, convencida como estaba de que, en aquella ocasión, ella llevaba las de ganar.
Me crucé con la pareja en el rellano del primero sin hacerles muchas fiestas, pues no me apetecía participar en aquella lucha de titanes. Y antes de llegar a la puerta 4, la tal Felisa, ahuyentada por alguna cotorra, ya les esperaba en el quicio, con los brazos en jarra y cara de pocos amigos.

- ¡Ay, maja, qué bien! El señor del metro y yo venimos a ver tu raja…
- ¡Mi raja es mía, y se la enseño a quién a mí me da la gana!
- Mire señora, soy técnico del subterráneo y estoy comprobando las grietas aparecidas en el inmueble debidas a las detonaciones controladas que han realizado nuestros operarios para la realización del túnel de…
- ¡Joven, haga el favor de hablar en cristiano!. Felisa, hija, qué burra eres a veces. Tira pa’dentro y coge el metro de medir, porque yo traigo mi cinta de coser y al señor éste no le gusta porque dice que…

Y los tres se perdieron en las profundidades del 1º 4ª, mientras yo continué mi ascensión sin novedad.

Addenda: Del ingeniero Resines no hemos vuelto a tener noticias pero sí de sus muchachos: hace unos días se personaron dos, rasqueta y mortero en mano, para arreglar las rajas de la discordia. Pero nunca llueve a gusto de todos y seguro que mis vecinas ya preparan un nuevo golpe.

miércoles, 11 de junio de 2008

El último encuentro


Aunque su autor, inicialmente, prefirió titularla A la luz de los candelabros, yo la llamaría, aún ha sabiendas del plágio: Adivina quién viene a cenar esta noche.
Después de 41 años, dos supuestos amigos se reúnen para el ágape nocturno, a la luz de las velas y por última vez. ¿Y por qué matizar lo de supuestos?

“Uno está convencido, y mi padre todavía lo enten­día así, de que la amistad es un servicio. Al igual que el ena­morado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre sin un ideal así. Y si un amigo nues­tro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, ¿podemos echarle la culpa por ello, por su carácter, por sus debilidades? ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompen­sa? ¿No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la mis­ma manera que aceptamos al abnegado y fiel? ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada rela­ción humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede dar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado? ¿Ves?, este tipo de cuestiones teóricas me han ocupado desde que me quedé solo.”

Henrik, de forma inocente, cree ciegamente en la amistad de Konrad, un ser mezquino, que anhela todo lo que el otro posee, aunque no lo aparente. Dos personalidades contrapuestas que se necesitan para justificarse mutuamente. Con la aparición de Krisztina, casada con Henrik, se desenmascara la farsa.
Para no reconocer el adulterio, el marido se aísla de su esposa, el amigo huye de la ciudad; y la mujer, abandonada por los dos, se consume hasta la muerte. Y a pesar de conocer toda la historia por la narración unilateral de Henrik, nos damos cuenta de que los tres se han engañado a sí mismos, anteponiendo la realidad objetiva a sus sentimientos subjetivos.

" Uno acepta el mundo, poco a poco, y muere. Comprende la maravilla y la razón de las acciones humanas. El lenguaje simbólico del inconsciente... porque las personas se comunican por símbolos, ¿te has dado cuenta?, como si hablaran un idioma extraño, chino o algo así, cuando hablan de cosas importantes, como si hablaran un idioma que luego hay que traducir al idioma de la realidad. No saben nada de sí mismas. Sólo hablan de sus deseos, y tratan desesperada e inconscientemente de esconder, de disimular. La vida se vuelve casi interesante cuando ya has aprendido las mentiras de los demás, y empiezas a disfrutar observándolos, viendo que siempre dicen otra cosa de lo que piensan, de lo que quieren en verdad... Sí, un día llega la aceptación de la verdad, y eso significa la vejez y la muerte. Pero entonces tampoco esto duele ya. Krisztina me engañó, ¡Qué frase más estúpida!... Y me engañó precisamente contigo, ¡qué rebeldía más miserable! Sí, es así, no me mires tan sorprendido: de verdad me da lástima. Más tarde, cuando me enteré de muchas cosas y lo comprendí y lo acepté todo (porque el tiempo trajo a la isla de mi soledad algunos restos, algunas señales significativas de aquel naufragio), empecé a sentir piedad al mirar al pasado, y al veros a vosotros dos, rebeldes miserables, mi esposa y mi amigo, dos personas que se rebelaban contra mí, atemorizadas y con remordimientos, consumidas por la pasión, que habían sellado un pacto de vida o muerte contra mí. "

Para acabar, qué mejor que reconocer al amor que sintieron por la mujer como única verdad en sus vidas. ¡Afortunada Krisztina!

“Sobrevivir a al­guien a quien se quiere tanto como para llegar al homici­dio, sobrevivir a alguien por quien nos habríamos dejado matar por amor es uno de los crímenes más misteriosos e incalificables de la vida. Los códigos penales no reconocen este delito. Pero nosotros dos sí que lo hacemos (…). He visto la paz y la guerra, he visto la miseria y la grandeza, te he visto cobarde y me he visto a mí mismo vani­doso, he visto la confrontación y el acuerdo. Pero en el fondo, quizás el último significado de nuestra vida haya sido esto: el lazo que nos mantuvo unidos a alguien, el lazo o la pasión, llámalo como quieras. ¿Es ésta la pregunta? Sí, ésta es. Qui­siera que me dijeras —continúa, tan bajo como si temiera que alguien estuviera a sus espaldas, escuchando sus pala­bras— qué piensas de esto. ¿Crees tú también que el sentido de la vida no es otro que la pasión, que un día colma nuestro corazón, nuestra alma y nuestro cuerpo, y que después arde para siempre, hasta la muerte, pase lo que pase? ¿Y que si he­mos vivido esa pasión, quizás no hayamos vivido en vano? ¿Que así de profunda, así de malvada, así de grandiosa, así de inhumana es una pasión?… ¿Y que quizás no se concentre en una persona en concreto, sino en el deseo mismo?… Tal es la pregunta. O puede ser que se concentre en una persona en concreto, la misma siempre, desde siempre y para siempre, en una misma persona misteriosa que puede ser buena o mala, pero que no por ello, ni por sus acciones ni por su ma­nera de ser, influye en la intensidad de la pasión que nos ata a ella. Respóndeme, si sabes responder —dice elevando la voz, casi exigiendo.— ¿Por qué me lo preguntas? —dice el otro con cal­ma—. Sabes que es así."

Sándor Márai. El último encuentro. Barcelona: Salamandra, 2000. 188 pág.

martes, 3 de junio de 2008

Retazos de amor, por Stanley Donen (II)

Aunque no lo parezca, Cary Grant y Suzy Parker están ligando. En Bésalas por mí (Kiss them for me, 1957) él le tira la caña y ella se deja hacer, cediendo terreno a medida que pasan las horas.



Winy: Crewson…
Crewson: ¿Qué?
Winy: Te quiero mucho.
Crewson: La única forma en que se debe querer a una persona, de otro modo no merece la pena. Yo también te quiero.

Al final, la bella joven gana la partida al consumado galán. Y el guión lo confirma antes de acabar la peli:

Crewson a Winy: “Ya no las necesito. Guárdamelas”
[Él le devuelve el par de medias que Winy le había tirado a la cara, minutos antes, en una pelea de enamorados. Y ella, toda compungida, sólo acierta a recogerlas y a ver como su amado parte.]
Mientras, un compañero de Crewson, le aclara a la triste muchacha: “Es la manera más bonita de decirle a una chica que se la quiere. ¡Palabra!”

Sólo en una cinta de Stanley Donen un par de medias pueden ser la prenda de amor más ansiada y estimada.


Y hablando de todo un poco: ¿quién es Suzy Parker? ¿alguien había oído hablar de ella? Para mí era una auténtica desconocida. Pero ahora sé que fue una supermodelo en los años 50; que trabajando en París, conoció a Coco Chanel y se convirtió en el rostro de la marca; y que gracias a la influencia del fotógrafo Richard Avedon, entró en el cine.

Tomó la alternativa en un número musical de Funny face (1957), y luego le siguieron: Kiss them for me (1957) con Cary Grant, Ten north Frederick (1958) con Gary Cooper, The best of every thing (1959) con Joan Crawford, A circle of deception (1961), The Interns, y Chamber of horrors.
Sus señas de identidad: melena rojiza, ojos verdes, largas piernas y gracia leonina.

Nació en 1932 como Cecilia Ann Renee Parker y murió en el 2003.



[Número musical “Think pink” en la película Una cara con ángel (Funny face, 1957)]