miércoles, 28 de abril de 2010

Té o café


He ido a tomar el té con unos señores muy majos, muy simpáticos y muy… de todo.
Bueno, lo cierto es que me he pedido un café por aquello de que yo el té me lo tomo en casa.

Pero, a lo que iba, que ha sido un encuentro muy ameno, muy distendido y muy… de todo.
Un encuentro que viene repitiéndose, año tras año, desde hace unos cuantos y en el que, entre risas sibilinas y cumplidos trasnochados, hacemos un repaso exhaustivo a la actualidad económica de nuestras ajetreadas vidas.
Hasta la fecha, estos señores, cuadradas sus vestiduras (y sus cuentas), se hacían los generosos y premiaban mi buena gestión con algunas gratificaciones pecuniarias que yo me limitaba a agradecer y a dilapidar (en este orden) en menos que engomina su pelo CRistiano.
Pero este año, el peluquero se ha jubilado (vamos, que no ha sonado la flauta); y aunque les duele en lo más profundo de su intestino delgado, se ven obligados a solicitar (también por este orden) mi comprensión y mi colaboración más inmediata.

El decoro y lo apretado del vestido han evitado una desgracia mayor. El efecto butifarra conlleva un cese transitorio del riego articular en puntos estratégicos del organismo por lo que ante la interpelación…

El resultado de su borrador es de CIENTOS de euros a INGRESAR

sólo he hecho que reírme,
y reírme,
muy mucho… de todo.
Y en el encefalograma plano han empezado a dibujarse ciertos enigmas interrogativos:
¿quién pagará ahora el abono de l’Auditori?
¿quién le dirá a Sondrina, mi sufrida asistenta, que no verá recompensado (a nivel económico) su escaso esfuerzo laboral?
¿quién me invitará este año ha realizar un crucero o a visitar las ruinas mayas?
¿quién se hará cargo del recibo de la tele para no perderme ni uno solo de los partidos del Barça?
¿quién…?
¿quién…?


Cuando me recupere del pasmo, pondré en regla mis papeles y pediré asilo humanitario e intransferible en las Islas Caimán, muy lejos y muy al este… de todo.

sábado, 17 de abril de 2010

Libros, sólo libros


La noche del oráculo, cuando colgaba de mis labios La rosa de plata, me regalaste los oídos con El misterio de la carretera de Sintra.
La ciudad de cristal, donde residía tu fantasía, me hizo recalar en Nuestros antepasados, almas desvencijadas que siempre repetían la misma canción: Viajar es muy difícil.
Y aún así, La sombra del viento me provocó Estupor y temblores que tú deshiciste con un beso.

Si conservaras El diccionario de Lemprière sabrías que El puerto de los aromas, alojado al fondo de tu piel, no puede distinguir la Seda de tus ojos, La estrella distante que brilla en tu corazón.

Marina, susurraste, Hay quien prefiere las ortigas; pero si Un año en el paraíso no te hace feliz del todo, con El lápiz del carpintero dibujaré sólo para ti La llave de los jardines floridos que perfuman los Cuentos de la Alhambra.

La mujer que esperaba, aquella que infeliz era La reina en el palacio de las corrientes de aire, descubrió El secreto de los flamencos, me repites sin descanso… Historias de Londres, una tras otra, que apuestan en El juego del ángel ápices de un misterio aún por resolver.
La sombra del águila, encaramada en la rota cornisa, no tiene Nada que hacer ante Nosotras que nos queremos tanto

Calla, no digas tonterías niña. Ven y dime cómo vives; ríe, canta, sueña. Y en la arena seca del reloj busca la Crónica del pájaro que da cuerda al mundo.






Bienvenido a la experiencia BOOK!

viernes, 2 de abril de 2010

en Blanco


Azotado a los cuatro vientos.
Inerte como la roca en el margen del camino.


Sin despegar mis ojos del suelo, siento caer la nieve helando las gotas suspendidas entre tú y yo. El paraguas perdió su color original a manos de un manto blanco, frío y tupido, que pesa más de lo debido. Y aún así me cuesta mirarte a la cara; aún a sabiendas que no puedes hacer nada para remediarlo.


Esqueleto perdido en un mar de fósiles muertos.


Recorro cada renglón de ventanas con la esperanza de encontrar tu luz, como si fueras el faro salvador en medio de la tormenta, como si realmente quisiera salvarme de lo extraordinario de la jornada.

Apenas unas horas y todo quedará grabado en tu fachada inmaculada. Blanco sobre blanco, irrealidad sobre espejismo.
Y, a pesar de eso, ¿no podré mañana explicar que te vi erguido ante el peligro, sólo y desamparado, sin miedo a equivocarme o a olvidarme?
Los dedos atenazados por el frío me dejaron disparar una instantánea más acerca de nosotros dos, donde yo no aparezco, ausente por completo de contraste.

Te juro que siempre recordaré este día de marzo, aún a riesgo de sobrevivir cuarenta años más en estas circunstancias tan especiales, idolatradas en el jardín de los quince pinos.