sábado, 27 de septiembre de 2008

La emperatriz Elisabeth

Llevo unos días tratando de poner orden entre las fotos del viaje para montar un video con banda sonora original y así no aburrir en demasía a las visitas que vienen a tomar el té y a degustar los bombones Mozartkugeln que traje de Viena.

Y en ese "poner orden" apareció la foto de la emperatriz Elisabeth (realizada destranquis en el museo que le han montado dentro del Hofburg, el palacio imperial) y con ella toda su romántica, cinematográfica y trágica historia.


Una historia que, en algunos aspectos, me recuerda a la de mi admirada Lady Diana Spencer.
Ambas se casaron muy jóvenes, con pretendientes mucho mayores que ellas, y con la obligación poco disimulada de traer al mundo sanos herederos.

Ambas padecieron despóticos protocolos que ocultaban al resto de los mortales los tejemanejes de una suegra metomentodo, o los amoríos entre Charles y Camilla.
Además, ambas acabaron separándose de sus maridos. Diana oficialmente y Sissi extraoficialmente, al no compartir el lecho conyugal más que para cópulas imperiales.
Al final, ambas dos murieron asesinadas. Una en Paris, empotrada contra una columna; la otra en Suiza, apuñalada en el corazón con un estilete, a manos de un independentista serbio que, en el momento del crimen, no sabía a quién narices estaba matando.

Lo que diferencia a Elisabeth de Diana es que la primera vivió lo suficiente para enterrar a dos de sus hijos. La primera, Sofía Federica, era casi un bebé; Rodolfo, tenía 31 años.

"La tragedia de Mayerling, la misteriosa muerte de Rodolfo de Habsburgo y de María Vetsera en el pabellón de caza el 20 de enero de 1889, es una triste fábula que impresionó durante un siglo a la fantasía popular, inspirando auténtica piedad y alimentando un culto heroico-sentimental por el suicidio de amor, sugiriendo novelas en tecnicolor e hipótesis de tenebrosas intrigas alentadas por la razón de estado."

El archiduque Rodolfo, heredero de Francisco José y del imperio austro-húngaro, murió junto a su amante de 18 años María. Fuera por amor o por imperativo de estado, su muerte acabó de alejar a Sissi de la corte austríaca. E hizo que substituyera sus alegres vestidos por otros de negro riguroso.

La guía nos contó que, paradójicamente, la emperatriz murió siendo adicta a la coca pues la consumía asíduamente por prescripción médica para tratar los contínuos vahíos que le hacían perder el conocimiento. A base de chutes, recuperaba el sentido.

"Las fotografías de Mayerling muestran un paisaje bonito y sereno, una campiña austríaca de vacaciones familiares, más acorde con la imagen paterna de Francisco José vestido de cazador que con la tormentosa tragedia. El emperador se enteró de aquella muerte por Caterina Schratt, la amiga en cuyo discreto y tranquilo afecto encontraba consolación de las inquietudes de la emperatriz Elisabeth. No hay que descartar que las horas pasadas por el emperador con la señora Schratt, que le preparaba café, fueran menos intensas que las pasiones del archiduque."

Francisco José escogió a Elisabeth. Quizás le cautivara su expontaneidad bávara o, simplemente, su belleza.
En las habitaciones privadas del emperador se conserva un retrato lascivo de la joven, donde se resaltan la herótica melena y la blancura de sus hombros.

Francisco José fue envejeciendo, así lo atestiguan los retratos oficiales. Pero ella permaneció inmutable pues se obligó a los artistas de la corte a que siempre la pintaran joven y hermosa.

Citas de: Claudio Magris. El Danubio. Barcelona: Anagrama, 1988. 375 pág.

lunes, 22 de septiembre de 2008

I love London!

Hoy hace un año exacto de nuestro fin de semana en Londres. Y por eso este homenaje, en forma de post, para rememorar aquellos tres maravillosos días.

M, K y T (una servidora) se apostaron la manera de meterse en un avión para llegar a Britania, no sin antes resolver el enigma de la "caca voladora", es decir: ¿dónde van a parar los desechos de un wc aéreo?




Meternos en un restaurante italiano, con más pinta de puticlub que otra cosa, y comernos el mejor tiramisú de nuestra vida, por la zona de London Bridge.
O ver por la calle una limusina rosa, ideal para Valmiki (personaje rolero de M).
Y, si me apuras, tomar un tentempie bien calentito en el self service subterráneo de una iglesia evangelista, en la plaza de Westminster.





Perseguir ardillas por Hyde Park.
Hacerse fotos con un soldado de caballería apostado en una garita, con más ganas de liarse a ballonetazos contra los turistas que Rambo en la selva birmana.
O hincharse de orgullo patrio al oir el pasodoble ¡Qué viva España! en el cambio de guardia de Buckingham Palace...




Todo esto y mucho más nos acaeció en apenas 72 horas. Un subidón de adrenalina brutal que permitió resistir los ataques de gas mostaza que M lanzaba inocentemente mientras dormía.
Para redondear la faena, y a pesar del retraso en nuestro vuelo de regreso y a las carreras por los pasillos del aeropuerto (gajes del oficio de pasajero del low cost), Barcinona nos recibió el 24 por la noche con fuegos artificiales. ¿Qué más se podía pedir?



Dedicated to M and K, with love.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Carta para X

Hace mucho tiempo que no hablo contigo pero debo contarte una cosa. Y aunque lo nuestro quedó claro el último día que nos vimos, la necesidad de explicarte lo que sigue supera cualquier acuerdo tácito de silencio entre nosotros. Además, creo, y seguro que estarás de acuerdo, que con ésto todo queda zanjado de una vez por todas.
Lo que tengo que decirte se resume en dos palabras... Manolo García.

Pasados los años, los recuerdos vividos intensamente persisten en la memoria y, con un simple fraseo, afloran a borbotones, uno detrás de otro, haciéndose la competencia entre ellos para ver quál será el detonante de una sonrisa o, incluso, de una lágrima.
Y el pasado viernes, al saltar de mi boca de nuevo las letras de Arena en los bolsillos, mis borbotones consiguieron nublarme la vista al recordar los momentos sin tí. Porque ese disco está asociado a tu ausencia.

Porque cuando más te alejas
más triste me siento.



Un día te montaste en un avión rumbo a Estados Unidos, en principio de vacaciones, a visitar a un amigo, pero con la esperanza de, si tenías suerte, quedarte una larga temporada. Aún me acuerdo de las plumas de indio que te regalé y de la sonora carcajada que me regalaste por tamaña ocurrencia. "Como no sabes inglés, para que al menos te defiendas como un comanche, jau!!!", te dije.
Un beso y adiós.
A partir de aquel día me acostumbré a escuchar el disco de Manolo a diario, a cantar sus canciones mientras conducía camino del trabajo. Cada palabra, cada quiebro en la voz, cada silencio, se consagraban a tu persona como una plegaria pagana que persiguiera tu vuelta.

Si ahora pudiese estar mirando tus ojos
iba a estar escribiendo aquí esta canción.

El cassette del Punto echaba chispas pero resistía estoicamente tanto mis berridos como lo repetitivo de la música.
[¡Aaaay, el Punto!... si hubiera imaginado su triste final yo creo que hubiera sido más gamberro... practicó poco el carpe diem]
En fin, que una forma de no echarte mucho de menos era destrozar el lp y dedicarme a trabajos manuales (X, tu ya sabes que me refiero a lo de pintar macetas).



Un 21 de diciembre me dijiste: "Mañana estoy ahí", y el corazón, de vivir en el 13 rue del Percebe, empezó a dar volteretas de alegría, por aquello de verlas venir en movimiento; y antes de salirse del pecho, pergeñó la manera de salir a la superficie en forma de besos para celebrar tu regreso.
Tú, de todo esto, no tenías ni idea. Aquella navidad hablamos poco, entretenidos como estábamos en otros menesteres más provechosos. Pero MG nos siguió arropando y quedó pendiente asistir juntos a uno de sus conciertos.
Al final he ido yo sola a verle; quiero decir sin tí, porque el otro día me acompañaron dos mujeres extraordinarias que convirtieron el evento en algo mucho más emocionante.

Y al enfrentarme de nuevo a las canciones, a la despedida en el aeropuerto, al Punto surcando la autopista, al sol del mediodía que me llevaba contigo por tierras de Alaska, al concierto de Prince previo a tu llegada, al día de navidad del 98... al recobrar todo eso, lloré por el tiempo vivido y por cerrar una historia que casi había olvidado pero que seguía latente en los dobleces de mi alma.

Ahora sí te puedo decir adiós, ahora sí es para siempre.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Antidisturbios


Está demostrado: me ponen los antidisturbios.

Para el segmento de población que aún no lo sabía, enterarse así, a bocajarro, puede haber constituido un shock, pero hay que asumirlo y reconocer que, en cierta forma, eso explica ciertos aspectos de mi comportamiento. Así, por ejemplo, en el caso de una manifestación de anarquistas italianos por el centro de Barcinona, lo más assenyat seria recogerse en un café y salir con mejor tiempo. Pero, en mi caso, es preferible vivir el enfrentamiento en primera fila, petrificados los ojos observando el desfile de tropecientos antidisturbios en formación de combate, anhelando ser aplastada en una melé de escudos.

El detonante de esta vulgar manía lo constituye siempre la furgona blindada. Su sola visión desencadena una serie de reacciones chispeantes en mi cabeza que me ponen en alerta amarilla ante cualquier posible incidente.


El referente del antidisturbios moderno es el caballero medieval, el que lucía armadura, casco y cimera en las contiendas caballerescas.
Como le pasa a la narradora de la historia de Italo Calvino, yo también me enamoré de la armadura brillante y reluciente del protagonista de El caballero inexistente, donde un envoltorio es capaz de encarnar la perfección masculina.
¡Y cómo resistirse!
Pues lo mismo me pasa a mí ahora: no necesito imaginarme un tío cachas debajo del traje, con el uniforme me basta y me sobra.
Ese cuerpo acolchado (con el chaleo antibalas) y el pantalón ajustado a la pierna, metido el bajo en las botas militares. Todo rematado con el pasamontañas y el casco (la cimera quedaría ridícula), el fusil y el escudo. La marcialidad en los movimientos acaba de rematar su imagen idealizada.

[aquí va un suspiro laaaargo y profundo]

Para los que se preocupan por mi salud, deciros que tranquilos: la medicación hace efecto. Y para los otros, preguntaros: ¿habeis visto al antidisturbios inexistente?