lunes, 28 de abril de 2008

Retazos de amor, por Stanley Donen (I)

Estar de baja y vegetar tres meses en el sofá, te permiten un sinfín de actividades: dormir a cualquier hora, no preocuparte de la ropa que te pondrás mañana para salir a la calle, leer convulsivamente todas las novelas de Corin Tellado, llamar por teléfono, visionar una y otra vez pelis antiguas en tu maltrecho dvd, etc., etc., etc.
De todas, yo me quedo con la última; no con el etcétera sino con las pelis antiguas y, en especial, con las comedias románticas de Stanley Donen.

¿Y por qué? ¿Qué tiene de especial que un hombre y una mujer se conozcan, se enamoren y acaben juntos en apenas hora y media de metraje? ¿Y qué tienen de especial las comedias de Donen?
A todas las preguntas, la misma respuesta: ¡los diálogos!

El amor no es algo convencional y, por lo tanto, las parejas de Donen tampoco lo son. Las guerras dialécticas que se establecen entre sus integrantes tienen mucha culpa de ello. Dosis altas de ingenio e ironía, mezcladas con gotitas mordaces, provocan a los contrincantes y hacen que la consecución del objetivo –ganarse el corazón del oponente- sea más interesante y entretenido.



Peter Joshua: ¿Es suyo este niño?
Regina Lambert: De la señora. ¿Dónde lo encontró? ¿Robando bancos?
Peter: Tirando bolas de nieve al barón Rochil.
Regina: ¡Oh, gracias!
Peter: ¿Nos conocemos?
Regina: ¿Por qué habíamos de conocernos?
Peter: No sé. Me lo ha parecido.
Regina: Conozo ya a muchísimas personas. Hasta que haya bajas no me queda lugar para nuevas amistades.
Peter: Mmm. En cuanto muera uno de sus amigos, avíseme.
Regina: ¡Cobarde!
Peter: ¿Cobarde?

Regina: Se da por vencido enseguida, ¿eh?
[Primer encuentro entre Cary Grant y Audrey Hepburn en
Charada (Charade, 1963)]

Analizando los films de Donen se puede establecer la secuencia temporal de una relación de pareja, desde sus inicios (Bésalas por mí, Charada) hasta su consolidación (Indiscreta) y posterior deterioro (Página en blanco). Sólo en Dos en la carretera están reunidas las tres etapas.

¿Cómo se inicia el juego? Todo depende del carácter de los oponentes. Las mujeres de Donen son fuertes y decididas, y tanto Audrey Hepburn en Charada, como Ingrid Bergman en Indiscreta, toman la iniciativa. El partenaire se deja tentar y recoge el guante lanzado, haciendo el papel de cazado cuando, en realidad, está engañando a la dama y consigue pillarla en su trama. En ambas películas, Cary Grant es quien dirige el juego y administra el tempo de la seducción.




Ana: ¿Le gusta el ballet?
Phillip: Sí, sí, muchísimo.
Ana: ¿Quiere ir el sábado por la noche? Estoy abonada.

[pausa dramática ]

Phillip: Soy casado miss Kalman.

[Ana ríe a carcajadas]

Phillip: Lo siento, de veras que lo siento.
Ana: No tiene importancia.
Phillip: Esta noche, cuando he llegado aquí, he dicho que no había señora Adams, y he querido decir que no estaba conmigo en Europa, no había que esperarla. Debí expresarme con más claridad.
Ana: Sí. La verdad es que se ha comportado como un hombre soltero.
Phillip: Le habré parecido algo ingenuo, por decirlo así.
Ana: Nooo, nada de eso. Ha sido expontáneo y oportuno.
Phillip: Y un poco vanidoso.
Ana: ¿Vanidoso por qué?
Phillip: Porque puede pensar que lo he dicho para que no pusiera sus ojos en mí. Una ilusión bastante tonta.
Ana: Bueno, así está tranquilo.
Phillip: Eso es.
Ana: Pero si temía eso, ¿por qué había de advertirme?
Phillip: Porque son las reglas que gobiernan las relaciones entre hombre y mujer. O deberían ser. Lo malo es que el hombre siempre lleva la peor parte.
Ana: Sí, yo también lo creo. Usted es una excepción.
Phillip: No presumo de serlo.
Ana: Pues sí, sí lo es. Hablo así por experiencia. Los hombres generalmente ocultan que son casados. Y cuando no pueden ocultarlo, dicen que son incomprendidos, o separados, o que están tramitando el divorcio. Eso es lo que más se lleva este año.
Phillip: ¿Ah sí? Bueno, eso cambia mi situación aquí moralmente.
Ana: No crea que me compromete por aceptar mi invitación. Eso no tiene importancia, podemos ir juntos al teatro. Me comprometería si pasara aquí la noche. Hice una comedia con esa situación.
Phillip: Las leyes son terminantes, aunque siempre hay soluciones.
Ana: El estilo caballeresco está muy arraigado en usted. Se lo digo como un elogio.
Phillip: Pues como elogio lo acepto.
Ana: Ha sido una entrevista muy agradable. [se dan la mano cortesmente]

Phillip: Desde luego. [pausa] Debo confesarle una cosa. He estado a punto de quebrantar las normas, y me ha costado trabajo no hacerlo.
Ana: Su concepto del honor es más fuerte que mi belleza.
Phillip: Verá, estoy separado de mi esposa y tengo en tramitación el divorcio. Es la frase que según usted está de moda este año. Pero, si no es así, ¿de qué otra forma puedo decirlo? No tengo la culpa de que se utilice demasiado, nadie la tiene registrada.
Ana: Lo sé.
Phillip: Buenas noches. Y gracias otra vez.

[Phillip sale del apartamento de Ana y ésta se queda indecisa. ¿Vale la pena arriesgarse por este hombre casado? Llama a recepción y se comunica con él a través del teléfono…]

Phillip: ¿Diga?
Ana: Las entradas para el ballet están muy solicitadas. ¿Irá conmigo?
Phillip: Nada me agradaría más.
Ana: Entonces a las seis. Buenas noches.
Phillip: Tomaré el primer avión. Buenas noches.

[Ingrid Bergman y Cary Grant en Indiscreta (Indiscreet, 1958)]

miércoles, 23 de abril de 2008

St. George y la Rosa

¿Quién no ha soñado ser despertado como sigue?

- La pulisia… puerta… tu levantar… la pulisia… la pulisia…

y todo acompañado de amorosos zarandeos.

Pues así me ha despertado hoy mi asistenta. Y con tanto amor en mi cuerpo, y los ojillos pegados de legañas, me he personado en la puerta de mi domicilio.

- Buenos días, señora. ¿Es este su marido?

He oído señora y marido en la misma frase y he caído redonda. ¡Qué he hecho yo para merecer tanta crueldad, Dios santo!

- ¡Uuuff, vaya leñazo! ¡Hip!

- ¿Se encuentra bien? ¿Se ha hecho daño?

Auxiliada por mi asistenta y por la persona interesada en mi salud, y restablecida la verticalidad, me he dado cuenta que en la puerta de mi casa había dos uniformados: un mosso d’esquadra y un Sant Jordi. El primero tenía cara de pocos amigos y el segundo, no sabría decirlo, llevaba yelmo y cimera.

- Cari, que guapa estasss. ¿Cuándo te has comprao ese vestío tan corto? ¡Hip!

- ¿Es este señor su marido?

- No marido, ella… no novio, ella… no…

- ¡No! ¡No! No tengo marido agente, no estoy casada. Y no conozco de nada a esta… armadura. – he dicho, recuperando un poco la calma, y cortando en seco a mi asistenta, que no pierde ocasión de contarle al primero que aparece mi condición de soltera sin compromiso.

- Cari,… hip… estasss mu’güena, cari… hip…

- ¿Y por qué insiste en llamarla cari? Me parece que entre todos me están tomando el pelo. ¿Quién es esta mujer que la acompaña? Documentación, por favor.

Lo que viene a continuación os lo ahorro. Sólo os diré que, después de media hora de palique, conseguimos entendernos y aclararnos: la que hablaba raro, es mi asistenta albano-kosovar; y el borracho disfrazado de Sant Jordi, mi vecino del 4º 3ª, casado con la Casiana y no conmigo.

¿Y por qué borracho y con armadura a las 10 de la mañana? Muy fácil, lo vais a entender rapidito: hoy se celebra la diada de Sant Jordi y en Santa Kemola celebramos una rúa de caballeros medievales, con las damas a lo reina Ginebra y un dragón de cartón piedra. Y por ser día tan señalado, el club de alterne de la esquina de mi calle, el Heidy’s Club, celebra todos los años, la noche del 22 de abril, jornada de puertas abiertas. Y las puertas no se cierran hasta la hora de celebrar el desfile, que acostumbra a suceder sobre las 19h. del día 23.
El marido de la Casiana iba ya vestido para la ocasión desde ayer por la tarde cuando se hizo el ensayo general y ¿para qué cambiarte de ropa si en el Heidy’s te van a dejar entrar igual con armadura que sin ella?

Pues bien, resuelto el entuerto, mi asistenta y el mosso han acompañado al vecino a su casa, y yo me he ido a vestir porque, con las prisas, he salido a recibir las visitas en salto de cama. Y porque quería ir a comprar unos libros aprovechando los descuentos de la jornada.


Pero las cosas no salen siempre como una espera y, al bajar a la acera, me he encontrado con otra trifulca, esta vez protagonizada por los clientes del Heidy’s: eran tantos que se han apostado directamente en la calle, con algunas de las chicas, y han cortado el tráfico. Para rematar la concentración no autorizada, algunos jinetes del desfile se han personado con montura y todo, así como unos cuantos mossos d’esquadra que pasaban por allí. En el tumulto, uno de los caballos ha posado sus cuartos delanteros en el capó de un coche patrulla dando lugar a que se desplazara hasta la zona la Unidad de Atestados. ¡Éramos pocos y parió la abuela!

- No llevo el carné encima pero en mis diez años de conductor no he tenido nunca un accidente.

- ¿Y los papeles del seguro? ¿A nombre de quién va el vehículo?

- ¿Qué vehículo ni que niño muerto? ¡Si ha sido el caballo que se ha asustado de ver tanta gente!

El Sant Jordi de turno no daba crédito (ni yo tampoco).

- No me cambie de tema y firme el parte. Y le pongo una sanción administrativa por ir indocumentado. ¡Hombre, señora Mhéntal! No la había reconocido vestida, perdone usted. Antes creí que era una de las chicas del Heidy’s.

- Pues ya ve que no. Por cierto… si le doy con el bolso en la cara, ¿me pondrá una multa?

Y me he ido corriendo, por si las moscas.

Al volver a casa con mis libros (me he comprado El misteri de l’amor, de Joan Miquel Oliver, y Una lectora nada común, de Alan Bennett), me he encontrado en el buzón una tarjeta que decía…

Le presento mis más sinceras disculpas. Firmado: agente Rosa Morera, dels Mossos d’Esquadra.

… y una proposición indecente que no pienso reproducir aquí. También el Heidy’s seguía abierto y más concurrido que nunca.

Dedicated to Crusiluz: Congratulations!!

miércoles, 16 de abril de 2008

Horteradas

El domingo por la mañana tenía concierto en l’Auditori. Programa 25 de la temporada: Abertura y Bacanal de Tannhäuser, de Richard Wagner; y Rapsodia sobre un tema de Paganini, de Serguei Rakhmaninov.
No estuvo mal del todo: el trabajo de la orquesta fue correcto, intenso en algunos momentos; pero, para mí, le faltó sentimiento. Eché de menos al director titular, el japonés Oue: fascinan tanto sus movimientos y sus gestos que anhelas la fuerza que despiertan en la música.

Y esa falta de motivación me permitió fijarme en los peinados enlacados de las señoras, en las coronillas resplandecientes de algunos señores y, sobre todo, en la Blancanieves y los siete enanitos de la mujer sentada delante de mío.


Garratibada y esmaperduda me quedé al comprobar que un traje de Burberrys en rojo y negro se puede "orterizar" hasta grados insospechados con una camisa blanca que lleva tatuada en la espalda una blanca niña y sus 7 amiguitos. Bordados de alta resolución colorística que distraen tu atención a cada compás de la orquesta.
De tanto mirar a los enanos, al final, podía verlos bailar por la superficie de la tela bajo la atenta mirada de Blancanieves.

Pero lo peor vino al final, a la salida de la sala. Las personas que caminaban detrás de ella, por los pasillos, se echaban encima de su chepa para mirar los dibujitos mientras los reseguían, incrédulas, con su dedo índice.
Y algunos se tropezaban; y otros se reían, descaradamente, de tamaña absurdidad. Pero todos coincidíamos en lo mismo: ¡¡QUE-LA-DE-TEN-GAN!! Es una mamarracha, hortera desquiciada… ¡¡Vete a una tienda y compra ropa de tu edad!!

viernes, 11 de abril de 2008

Centinelas

Ayer paseaba por Viena y me acerqué hasta la Georg-Coch-Platz, en el distrito I. Quería saludar a un viejo amigo de mi marido en la Caja Postal de Ahorros Imperial y Real, la PostsParkasse.
Subiendo la escalinata de la entrada, una genuflexión obligada ante el retrato del Kaiser Francisco José I. Y, a continuación, el éxtasis.


Me gusta entrar en la gran sala de ventanillas. El fru-frú de mi vestido y el sonido de los botines sobre el piso vidriado rompen el silencio de este espacio etéreo, catedral pagana resplandeciente.
Me siento en los taburetes, al lado de los obreros que se esperan para ingresar sus ahorros, y me dejo seducir por la armonía funcional del lugar. Sin prisas, agradeciendo el sol invernal que luce hoy.
Casi sin darme cuenta, los veo. Están alrededor de la sala, con aspecto decididamente marcial, la mayoría adosados a los pilares de hierro. Soldados, no de plomo, sino de aluminio.



En realidad, se trata de las salidas de la calefacción. Pero se podría pensar que el movimiento se apoderaría de ellos si fuera necesario. Otto Wagner, su creador, ha dicho en alguna ocasión:

“La arquitectura debe dejar de imitar servilmente los estilos del pasado. Ha de ser un fiel espejo de nuestra época; expresar la sencillez, el carácter funcional y, yo diría, incluso, el sentido militar de la vida moderna”.


Hace unos días, después de salir de la ópera, y reunidos en casa con varios amigos, incluido Joseph Hoffmann, el arquitecto, me contaron que en Barcelona también se pueden ver guerreros legendarios en una gran casa de la ciudad, pero en la azotea, cumpliendo la misma función.


Distraídamente, se me ha hecho tarde y debo marcharme. Escribo una rápida tarjeta de visita…

"Querido Frantz, venid a cenar mañana a casa. Gustav se sentirá feliz de veros a ti y a Olga. Con cariño, Alma."

… se la entrego a un atento empleado y abandono la caja postal haciendo más ruido que antes, debido a mi andar precipitado.

Me abotono el abrigo, me pongo los guantes y cuelgo el bolso del antebrazo. Sonrío al regio retrato a modo de despedida y salgo a la plaza.
Me alejo y pienso en cómo llegarían ambos arquitectos a dar una solución estética parecida al mismo problema.

Dedicated to La Jove

martes, 8 de abril de 2008

Vera, o el elogio a la vida fuera del tiempo

Cuando eres joven y no has vivido lo suficiente, un “volveré” o un “espérame” pueden convertirse en la razón de tu existencia. Pero, pasado el tiempo, la confianza dada a esa esperanza, ¿en qué queda? La fidelidad ya no se debe a la persona que se fue, sino a la palabra oída. No hay locura tras la decisión de esperar, sino obediencia a las convicciones de una misma.

Vera decide creer en la palabra dada. Pero así como se va perdiendo en el tiempo de su espera, el mundo que la rodea también se pierde en el tiempo de su vida real.



Cuando me cruzaba con Zoia en su periplo de cartera, le pedía que me trajera una hermosa carta de amor. Sonreía con malicia y replicaba: “No tardará, están cortando el bosque y pronto habrá papel para su carta. ¡Espere un poquito!”. Proseguía su camino y, una hora después, regresaba con el periódico local bajo el brazo.


Andreï Makine. La mujer que esperaba. Tusquets, 2006. 169 pág.

viernes, 4 de abril de 2008

De flotadores

“Cuando no sabes qué regalar lo mejor es llevar un flotador”, a lo que yo, escépticamente, me avine. En los tiempos que corren, es mejor no llevarle la contraria a tu asistenta.

Me presenté en Villa Romana con un fantástico flotador del ratón Micky, comprado en un bazar chino por 1,85 €, y la yaya Marisca enloqueció al verlo (sigue enamorada de Walt Disney, ¡qué pena!).


La yaya Marisca no es de mi sangre pero, después de su operación, pasamos más tiempo del deseado juntas y me cogió cariño… cariño, gasas, gelocatiles; y, con el tiempo, dinero, joyas, estupefacientes, pequeños electrodomésticos, etc. porque, encima, es cleptómana.

¿Y de qué la operaron? De hemorroides. Este año hará 20 que se sienta por encima de los demás.

La reunión en Villa Romana la organizaron sus hijos para celebrar la Navidad y nos juntamos un montón, tantos que nos repartieron por toda la casa en comedores improvisados. Yo tuve la desgracia de comer con la familia directa y ser testigo de la cremá de la yaya Marisca, tal cual y en riguroso directo.

La culpa no fue del cha-cha-chá sino de sus nietos. Para darle una sorpresa, cogieron el flotador de los domingos y lo tunearon con las luces que sobraron del árbol. Había que ver a la pobre mujer, encaramada en la silla y resplandeciendo por debajo con una potencia de vatios descomunal, como si entre plato y plato fuera a elevarse a los cielos cual virgen barroca.

Yo me pasé todo el ágape con las gafas de sol puestas y me costó reaccionar a las primeras llamas. Pensé que el aumento de energía formaba parte del espectáculo. Pero no. Los niños sobrecargaron la instalación eléctrica y el cortocircuito explotó en las posaderas de la yaya Marisca.

¡Fuego! ¡Fuego! ¡La yaya se quema!

Se intentó aplacar la tea humana con el contenido de nuestras copas y con lo que quedaba en las botellas pero no hubo manera, la cosa ardía con mucha más intensidad. Dos valientes se tiraron directamente sobre ella para hacerla rodar por el suelo y, al final, aquello se convirtió en una auténtica melé. Cuando llegaron los bomberos sólo quedaban encendidas las brasas de la chimenea y unas cuantas de las nueras y sobrinas de la quemada. El resto acabamos en urgencias por múltiples contusiones, leves quemaduras y asfixiados a causa del humo. Yo salí bien parada y me pude quedar con la yaya Marisca en cuidados intensivos, pero no por mucho tiempo pues esa noche agarré una pulmonía de aúpa: no se puede ir a un hospital menos tapada que el propio enfermo y pretender salir indemne.

¡En fin! De todo lo ocurrido sólo tenemos constancia nosotros, los que estábamos en aquel comedor, porque el resto de invitados, ajenos al crematorio, siguió de celebración todo el fin de semana.

Moraleja: Si te ves obligada a pasar la noche en un hospital, haz el favor de llevarte el abrigo y una manta; es muy triste no mojar ni con el celador porque te chorrean los mocos.

martes, 1 de abril de 2008

Love of lesbian

El pasado domingo (30 de marzo) fue mi primera vez, al menos con ellos. Y estrenarse a plena luz del día, sin la oscuridad de una sala de conciertos, impone un poco.



También para Love of lesbian había demasiada luz pero no resultó ningún problema para soltarse en el escenario.

Los pocos que tuvimos el placer de verlos, lo pasamos en grande y, aunque se nos hizo corto (a penas hora y veinte minutos), disfrutamos con los disfraces y con el pasacalles que Santi (voz solista) improvisó con algunos de los congregados para cerrar el directo.

Regalaros unos minutos de alegría!!