viernes, 4 de abril de 2008

De flotadores

“Cuando no sabes qué regalar lo mejor es llevar un flotador”, a lo que yo, escépticamente, me avine. En los tiempos que corren, es mejor no llevarle la contraria a tu asistenta.

Me presenté en Villa Romana con un fantástico flotador del ratón Micky, comprado en un bazar chino por 1,85 €, y la yaya Marisca enloqueció al verlo (sigue enamorada de Walt Disney, ¡qué pena!).


La yaya Marisca no es de mi sangre pero, después de su operación, pasamos más tiempo del deseado juntas y me cogió cariño… cariño, gasas, gelocatiles; y, con el tiempo, dinero, joyas, estupefacientes, pequeños electrodomésticos, etc. porque, encima, es cleptómana.

¿Y de qué la operaron? De hemorroides. Este año hará 20 que se sienta por encima de los demás.

La reunión en Villa Romana la organizaron sus hijos para celebrar la Navidad y nos juntamos un montón, tantos que nos repartieron por toda la casa en comedores improvisados. Yo tuve la desgracia de comer con la familia directa y ser testigo de la cremá de la yaya Marisca, tal cual y en riguroso directo.

La culpa no fue del cha-cha-chá sino de sus nietos. Para darle una sorpresa, cogieron el flotador de los domingos y lo tunearon con las luces que sobraron del árbol. Había que ver a la pobre mujer, encaramada en la silla y resplandeciendo por debajo con una potencia de vatios descomunal, como si entre plato y plato fuera a elevarse a los cielos cual virgen barroca.

Yo me pasé todo el ágape con las gafas de sol puestas y me costó reaccionar a las primeras llamas. Pensé que el aumento de energía formaba parte del espectáculo. Pero no. Los niños sobrecargaron la instalación eléctrica y el cortocircuito explotó en las posaderas de la yaya Marisca.

¡Fuego! ¡Fuego! ¡La yaya se quema!

Se intentó aplacar la tea humana con el contenido de nuestras copas y con lo que quedaba en las botellas pero no hubo manera, la cosa ardía con mucha más intensidad. Dos valientes se tiraron directamente sobre ella para hacerla rodar por el suelo y, al final, aquello se convirtió en una auténtica melé. Cuando llegaron los bomberos sólo quedaban encendidas las brasas de la chimenea y unas cuantas de las nueras y sobrinas de la quemada. El resto acabamos en urgencias por múltiples contusiones, leves quemaduras y asfixiados a causa del humo. Yo salí bien parada y me pude quedar con la yaya Marisca en cuidados intensivos, pero no por mucho tiempo pues esa noche agarré una pulmonía de aúpa: no se puede ir a un hospital menos tapada que el propio enfermo y pretender salir indemne.

¡En fin! De todo lo ocurrido sólo tenemos constancia nosotros, los que estábamos en aquel comedor, porque el resto de invitados, ajenos al crematorio, siguió de celebración todo el fin de semana.

Moraleja: Si te ves obligada a pasar la noche en un hospital, haz el favor de llevarte el abrigo y una manta; es muy triste no mojar ni con el celador porque te chorrean los mocos.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

si, de acuerdo, a la señorq le regaló usted acertadamente un flotador, pero: qué decir de mi regalo? el que usted me hizo a mi?

estoy tan maravillada que pasé el dia de ayer observándolo, pues, después del tute que nos dimos el sábado me pilló tal rollo de quedarme en casa, quieta, sin hacer nada

lo mejor fueron las horas pasadas delante de la preciosa lámpara japonesa

de repente se me vino un trabajo encima...!!! y era domingo y no tenía ninguna bombilla, ni tan siquiera una turca para colgarlo

de forma que lo dejé donde usted lo dejó, incluso ya duerno con la lámpara encima y tan contenta

y lo miré y remiré

joder qué fantástico domingo el de ayer

pudo ud. ir a ver "lost, caution"?

de dónde saca usted esos temas?

con cariño,

un beso

incluso a todo/as aquellos que no fueron LOS PRIMEROS en escribir en este su blog

un beso nenas!

Tara dijo...

Regalar un flotador está bien si te han operado. Como no es su caso, para usted mejor un regalo más glamuroso y "putiférico" (según quién se lo mire, claro). Pero lo importante no es el regalo en sí sino el efecto que se causa en la persona que lo recibe. Y le agradezco muy sinceramente su buena acogida a la lámpara japo. Yo le recomendaría que la dejara donde se quedó y no intenté sacar la lámpara de techo de su fantástica habitación para evitarse, al menos, dos problemas: los puñeteros cables eléctricos y los "puñeteros" comentarios de sus familiares.

Por otro lado, le comento que no pude aguantar el tute del sábado con usted y en cuanto llegué a mi casa, cené un poquito y me fuí a dormir. O sea que de peli, nada de nada. Espero que este fin de semana aún esté en cartelera y entonces sí que planificaré la noche cinéfila para el sábado.

Un beso!!

Anónimo dijo...

He de decirle que su nombre, Tara, le va de perlas y no por intentar emular a la protagonista de "Lo que el viento se llevó" (si, lo confieso, no he podido verla NUNCA entera, me duermo a la segunda hora) sino por "tara" como defecto, que está usted muy mal de lo suyo, hagaselo mirar

A sus pieces

Tara dijo...

¡Tine más razón que un santo, crusiluz! ya me lo dijo el neurólogo, que con tanta humedad (por el tema goteras, sabe usted) los cables se pican y las "taras" están a la que salta...
en fin, habrá que vivir con ellas, como con los piojos que, de tanto cuidarlos, te quieren y te respetan... ¡qué majos!
muy agradecida quedo de su comentario y espero reencontrarlo pronto por estos lares.
¡a sus pies!
(tendremos que comprarnos rodilleras)

karmeta dijo...

Vaya, vaya, con la yaya y el efecto flotador-chimenea. Ya lo digo yo, si uno no sabe lo que tiene entre manos (en este caso entre su trasero), la cosa se puede ir de madre.
Lo que me extraña es que no aprovecharas el momento de la cremá para beneficiarte a un bombero (o a todo el Cuerpo), aunque en ese momento es posible que no tuvieras el pussy para farolilllos.
Por favor, sigue contando historietas de la yaya-antorcha, es entrañable, ya le he cogido cariño y todo.

Seguiré tus aventuras. Besotes

Tara dijo...

Querida Karmeta, no sufras. La yaya sigue viva aunque ingresada todavía en la unidad de quemados. El otro día fuí a verla y está la mar de maja, enfundada en inmaculadas gasas blancas. Os seguiré contando sobre ella porque está maquinando algún invento para ponerse en contacto con sus amigas del casal y, cómo no, me tocará pringar quiera o no quiera.
¡Qué la soledad es muy mala!, me dijo, y tiene toda la razón.

¡¡Besicos y más besicos!!