viernes, 11 de abril de 2008

Centinelas

Ayer paseaba por Viena y me acerqué hasta la Georg-Coch-Platz, en el distrito I. Quería saludar a un viejo amigo de mi marido en la Caja Postal de Ahorros Imperial y Real, la PostsParkasse.
Subiendo la escalinata de la entrada, una genuflexión obligada ante el retrato del Kaiser Francisco José I. Y, a continuación, el éxtasis.


Me gusta entrar en la gran sala de ventanillas. El fru-frú de mi vestido y el sonido de los botines sobre el piso vidriado rompen el silencio de este espacio etéreo, catedral pagana resplandeciente.
Me siento en los taburetes, al lado de los obreros que se esperan para ingresar sus ahorros, y me dejo seducir por la armonía funcional del lugar. Sin prisas, agradeciendo el sol invernal que luce hoy.
Casi sin darme cuenta, los veo. Están alrededor de la sala, con aspecto decididamente marcial, la mayoría adosados a los pilares de hierro. Soldados, no de plomo, sino de aluminio.



En realidad, se trata de las salidas de la calefacción. Pero se podría pensar que el movimiento se apoderaría de ellos si fuera necesario. Otto Wagner, su creador, ha dicho en alguna ocasión:

“La arquitectura debe dejar de imitar servilmente los estilos del pasado. Ha de ser un fiel espejo de nuestra época; expresar la sencillez, el carácter funcional y, yo diría, incluso, el sentido militar de la vida moderna”.


Hace unos días, después de salir de la ópera, y reunidos en casa con varios amigos, incluido Joseph Hoffmann, el arquitecto, me contaron que en Barcelona también se pueden ver guerreros legendarios en una gran casa de la ciudad, pero en la azotea, cumpliendo la misma función.


Distraídamente, se me ha hecho tarde y debo marcharme. Escribo una rápida tarjeta de visita…

"Querido Frantz, venid a cenar mañana a casa. Gustav se sentirá feliz de veros a ti y a Olga. Con cariño, Alma."

… se la entrego a un atento empleado y abandono la caja postal haciendo más ruido que antes, debido a mi andar precipitado.

Me abotono el abrigo, me pongo los guantes y cuelgo el bolso del antebrazo. Sonrío al regio retrato a modo de despedida y salgo a la plaza.
Me alejo y pienso en cómo llegarían ambos arquitectos a dar una solución estética parecida al mismo problema.

Dedicated to La Jove

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también sentí algo parecido cuando entré a la gran sala de la oficina de correos de Violencia pero como vestía jeans en vez de falda con frufrú pues como que se me paso rápido el embelesamiento.

Tengo aquí al ladito un edificio repleto de centinelas: gárgolas y bichos principalmente, pero he descubierto a un señor que un principio parecía un caganer pero si te fijas bien (y si tienes un buen zoom en la cámara) le ves sus huevecicos y la pichica penetrando la pared. Bonito de ver, desde luego

Tara dijo...

Ooooh!!!! un centinela de piedra penetrando una pared!!! tú que tienes una cámara tan chula en ese movil que Dios te ha dado, ¿por qué no le haces una fotico y la cuelgas en tu página?

Lo cierto es que ese señor no tiene mucho que ver con los centinelas metálicos que se encontró Alma Mahler en el banco, pero es vigilante igual. ¿Y la estátua del jardín botánico de los Radio Futura? como ésta sí que era metálica, a lo mejor tenía algún pariente centro-europeo.
¡Investigaré!

Anónimo dijo...

Vodafone es Dios? :S

Tara dijo...

Vodafone sólo es la compañía. Aquí el único Dios es Beckham, David Beckham... dentro del tema móviles, eh!!!
Además, lo que mola es tú teléfono, no del operador que seas... listo!!!
De buen rollito.
Chao.

karmeta dijo...

Prefiero los dientes de Ronaldinho al presuntuoso pijo ese del Beckham. He dicho

Tesa Medina dijo...

Es cierto que estos respiraderos de la calefacción tienen un cierto aire marcial o de reuníón de vecinos estirados.

Me encanta como describes esa atmosfera de Viena desde la mirada soñadora de Alma Mahler.

Un beso,