viernes, 20 de febrero de 2009

Anillos III

Le has dicho que NO.
Que NO querías hacerle daño.
Un NO rotundo, escapado de tus labios entreabiertos. Labios que besaron los suyos en los últimos años pero que ahora rechazan su sabor para siempre.
NO puedes seguir a su lado.
NO, no puedes.


El alma guarda muchos tesoros y algunas bagatelas.
La tuya juega constantemente con un reloj de arena.
Arriba, abajo.
Caídos en esa arena se alzan tres anillos, que el tiempo ha encerrado entre paredes de cristal para guardarlos de tu olvido.
Nunca cambian de lado. Cuando la arena bajo sus pies se consume y cae al otro lado, los anillos se abrazan para no sentirse perdidos.
Cuando se produce de nuevo la inundación, un mar de dunas los acogen.
Así eternamente.

El primer anillo está ahí por cobardía.
Eras muy joven para venderte a las primeras de cambio.
El segundo, por indecisión.
Deshojaste la margarita y tomaste a broma su sacrificio. Marchita apareció un día enredada en tu pelo.
El tercero, fue un acto de soberbia.
Le quitaste el amor de su vida a otra y lo recuperaste para ti. Pero, en el fondo, ¿de qué te podía servir ya?

Tu alma se ha convertido en una serpiente venenosa que adormila su serenata cascabelera y ofrece el jugo de la manzana desde la puerta entreabierta del paraíso.
Si te tropiezas con el escorpión, morirás con tu propia medicina.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Lovesong



Dedicado
a los muy mucho
a los todavía poco
a los sólo platónicamente
a los reacios
a los encarecidamente

Dedicado
a los que se lo toman con filosofía
a los que no pueden vivir sin el otro
a los que morirían
a los que matarían
a los que ni fu ni fa

Dedicado
a los que se sienten cada día
a los que viven al margen
a los que lo transpiran a cada paso

Dedicado
a los ardientes
a los cachondos
a los fríos
a los juguetones
a los más tradicionales
a los dominantes

a los que se dejan dominar

miércoles, 4 de febrero de 2009

Inocentada friki de la Suzuki 500

Hace unos días, a propósito de las inocentadas del 28 de diciembre, escuché en la radio lo que sigue:

“Hola, sí, buenos días. Yo, la otra noche, paseando con la fresca y a la altura de la filmoteca, sentí mi corazón palpitar de alegría. Entre las motos aparcadas, un bellezón, un gran clásico del motociclismo mundial,… una joya,… una Suzuki 500 espectacular. ¡Guaaaaau! En cuanto la vi, me postré a sus ruedas, reverencial; y conteniendo unas lagrimitas, lleno de emoción, me regalé los sentidos acariciándola. En esas estaba cuando un energúmeno vino a sacarme de mi nirvana, empuñando una barra de hierro y profiriendo insultos y amenazas. Yo no hacía daño a nadie, sólo estaba rendido al deleite contemplativo de un mito; y aquel cabrón, surgido de la nada, no hacía más que repetir que le alegrara el día, que tenía ganas de reventarme la cabeza y así esparcir mis sesos por la acera…”



También hace unos días tuve mi segunda cita con el Macho Alfa.
Para ganármelo ya de entrada, le invité a una sesión cinéfila con el sugerente título de “La guerra del opio”.
Quizás fue una elección demasiado arriesgada si se tiene en cuenta su adicción a los opiáceos pero, en aquel momento, me pareció un guiño divertido. Como también me pareció divertido atender con los ojos bien abiertos sus pormenorizadas explicaciones sobre la Suzuki 500, una bestia parda que, según él mismo, galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto, caminiiiito de… Barcino-ooona.

Después de la peli, y a pesar de las dos horas de chino mandarín que aguantamos estoicamente, el Macho Alfa tuvo el humor suficiente para proponer una cena romántica en un restaurante de ojos rasgados.
Ahí descubrí cómo un hombre puede engullir siete platos de un menú para dos sin padecer una perforación de estómago. El truco está en hacer disfrutar gastronómicamente al paladar, sin importar el tiempo consumido, mientras tu acompañante, mejor si viste de mujer y queda reducida a unos pocos cubitos de hielo, con una trabajada sonrisa monalisera en su rostro, para que el que come tenga un bonito paisaje por el que pasear la vista… mientras, decía, la que te acompaña ni sufre ni padece por el frío del local.

Pero sin lugar a dudas lo mejor de la noche vino luego, una vez desentumecidos los músculos al calor del climatizador del M3, cuando acompañé al Macho Alfa a recoger su moto.
Volvíamos a la casilla de salida. Para que la velada no pasara sin pena ni gloria, intenté una maniobra de aproximación, con el freno de mano clavado en el hueso de mi cadera. La intensidad del momento subía de tono y con una maniobra pavorosa del Macho Alfa que me dejó petrificada, éste salió del coche, barra de hierro en ristre, hacia donde las motos estaban aparcadas.

[No me negareis la osadía y la originalidad de esta práctica amorosa]

Yo no fui consciente de la aparición del intruso pues me encontraba de espaldas al parabrisas. Por eso, cuando acerté a recuperar mi posición ante el volante, le vi agachado a los pies de la Suzuki mientras el Macho Alfa, desde la acera y transfigurado en Harry el Sucio, le decía: “¿Qué? ¿Te gusta, eh?”.
El tipo seguía admirando la moto, cagado de miedo, aferrando un paquete contra su pecho.
“Vamos, alégrame el día”.
Yo no sabía qué hacer. El Macho Alfa esperaba el 0 en su cuenta atrás mental para atizarle fuerte con la barra. Un “sobre la ropa, para que no deje marcas” apareció sobreimpresionado en su frente, en letras luminosas y a doble espacio.

¿Quién no ha soñado ser, en alguna ocasión, espectadora de excepción? Un tipo con paquete bomba y otro enfurecido al extremo: ¿qué más se puede pedir?
Alta tensión, fundimiento de plomos, maleza rodando por la calle mientras alguien silva la tonada de “El bueno, el feo y el malo”… y todo, todo y todo no por mí (que dicho sea de paso, tampoco exijo a diario porque la menda no está tan güena) sino por un triste amasijo de hierros y hojalatas, dispuestos con una cierta gracia para que se pueda desplazar manteniendo el equilibrio sobre su propio eje,… pero sin dejar de ser lo que es: ¡¡una [puta] moto!!


Desde ese nefasto día, todo ha cambiado.
El friki usa las tena lady de su madre para esas pequeñas pérdidas que aún le persiguen.
Yo esquivo las preguntas trampa de Sondrina, obsesionada como está en saber si me limpiaron las telarañas de los bajos o no.
El Macho Alfa se ha comprado todos los discos de Ennio Morricone y todas las películas de Clint Eastwood.
Y la Suzuki 500,… la Suzuki 500… aún se parte la caja (de cambios) en su retiro de la plaza de parking 2812.