jueves, 5 de agosto de 2010

lokura estiVal


Desaliñado.
Hace días que no se afeita.
No se tiene en pie.
Perdido en un mundo en el que nada le es familiar, en el que nada le pertenece, aunque hace ya ochenta años que lo transita y ocupa.

Cuando me mira no sé qué ve. Creo que intenta descifrar las consignas que escucha, como una brisa lejana, y que con toda probabilidad parten de la careta que le observa y le habla sin conocer los motivos.
Cuando me mira me duele. Una pena densa como mancha de petróleo, tapona las arterias, ensucia el alma.
Cuando me mira, el brillo de la incomprensión más feroz se apaga en un instante de locura racional.



Se lo llevan.
Se lo están llevando.
Y sus ojos no pierden de vista los míos. Son livianos, no pesan, pero están ahí, quizá suplicando no ser abandonado.
Que no lo dejen solo con los malos de la película.

Y cuando tirado en el suelo, mis esfuerzos y mis quejas en voz alta no le sirven para nada, no soy yo misma quien le socorre sino la histérica de su hija
que no atina,
que no sabe cómo hacerlo.

4 comentarios:

Verdial dijo...

Que texto más fuerte más triste y más real. Al final de toda una vida quedamos en manos no de los que deseamos, sino de los que nos imponen.

Un abrazo

mf dijo...

Creo que no se le puede pedir más a quien lo intenta de todo corazón. A veces el esfuerzo tiene más valor que el resultado. Sobretodo cuando eres Quijote luchando contra molinos de viento.

Besotes.

Tesa Medina dijo...

No me importa ser mayor y llenarme de arrugas como una tortuga de las Galápagos, pero sólo quiero existir mientras no necesite que nadie mueva los hilos de mi cuerpo.

Un texto muy bueno para una realidad tremenda.

Un beso, Tara

Yo, desordenado dijo...

No puedo dejar una gota de lluvia,
solo esta lagrima que resbala por mi mejilla.