jueves, 12 de abril de 2012

Una forma de reconciliarme con el mundo

De celuloide y a toda música.
Con planos largos, íntimos, elocuentes.
Un bello ejercicio de milagro.



Dar con la clave y sentir que quieres que forme parte de tu vida, aunque sabes de antemano que nada en ella es ni puede ser estrictamente normal o convencional. Y enajenarse con la propia ilusión y defenderla a golpe de volante, como un samurai de las causas perdidas.

Drive (2011), de Nicolas Winding Refn

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente sublime, me robó el corazón.

German Buch dijo...

Los Ángeles, Lakers y Clipers, vertiginoso río de cemento, como el vértigo en ascensor entre hombre y mujer de deseos formados en el espejo, sin palabras, atados al convencionalismo de su vida, la vida de ella con el tercer hombre sin ser Orson.
Él, en las solitarias noches, seguirá escuchando el romántico sonido del piano.

Cordura dijo...

Otra forma es:
Deambular incansablemente buscando ese momento en el que conducir una pluma por carreteras blancas, inexploradas; y no sorprenderte, por que broten letras, de perpetuo retroceso.

Me quedo con el beso.
Con su pelo recortado en una sombra de luz, detenido, esperando el momento de los cuatro labios, nada más, solo cuatro labios apretados, con un mundo de gestos, perfilados, con una mano en una nuca, con la respiración detenida, con esa mirada perdida, fija en su reflejo en otros ojos, con una ventana que ilumina toda la escena.
Si ha conseguido besar así, al menos una vez en la vida, lo demas no importa.

Me quedo con el beso definitiva mente.

Casi, me atrevo a creer, que puede ser para mi.