Y en ese "poner orden" apareció la foto de la emperatriz Elisabeth (realizada destranquis en el museo que le han montado dentro del Hofburg, el palacio imperial) y con ella toda su romántica, cinematográfica y trágica historia.

Una historia que, en algunos aspectos, me recuerda a la de mi admirada Lady Diana Spencer.
Ambas se casaron muy jóvenes, con pretendientes mucho mayores que ellas, y con la obligación poco disimulada de traer al mundo sanos herederos.
Ambas padecieron despóticos protocolos que ocultaban al resto de los mortales los tejemanejes de una suegra metomentodo, o los amoríos entre Charles y Camilla.Además, ambas acabaron separándose de sus maridos. Diana oficialmente y Sissi extraoficialmente, al no compartir el lecho conyugal más que para cópulas imperiales.
Al final, ambas dos murieron asesinadas. Una en Paris, empotrada contra una columna; la otra en Suiza, apuñalada en el corazón con un estilete, a manos de un independentista serbio que, en el momento del crimen, no sabía a quién narices estaba matando.
Lo que diferencia a Elisabeth de Diana es que la primera vivió lo suficiente para enterrar a dos de sus hijos. La primera, Sofía Federica, era casi un bebé; Rodolfo, tenía 31 años.
"La tragedia de Mayerling, la misteriosa muerte de Rodolfo de Habsburgo y de María Vetsera en el pabellón de caza el 20 de enero de 1889, es una triste fábula que impresionó durante un siglo a la fantasía popular, inspirando auténtica piedad y alimentando un culto heroico-sentimental por el suicidio de amor, sugiriendo novelas en tecnicolor e hipótesis de tenebrosas intrigas alentadas por la razón de estado."
El archiduque Rodolfo, heredero de Francisco José y del imperio austro-húngaro, murió junto a su amante de 18 años María. Fuera por amor o por imperativo de estado, su muerte acabó de alejar a Sissi de la corte austríaca. E hizo que substituyera sus alegres vestidos por otros de negro riguroso.
La guía nos contó que, paradójicamente, la emperatriz murió siendo adicta a la coca pues la consumía asíduamente por prescripción médica para tratar los contínuos vahíos que le hacían perder el conocimiento. A base de chutes, recuperaba el sentido.
"Las fotografías de Mayerling muestran un paisaje bonito y sereno, una campiña austríaca de vacaciones familiares, más acorde con la imagen paterna de Francisco José vestido de cazador que con la tormentosa tragedia. El emperador se enteró de aquella muerte por Caterina Schratt, la amiga en cuyo discreto y tranquilo afecto encontraba consolación de las inquietudes de la emperatriz Elisabeth. No hay que descartar que las horas pasadas por el emperador con la señora Schratt, que le preparaba café, fueran menos intensas que las pasiones del archiduque." Francisco José escogió a Elisabeth. Quizás le cautivara su expontaneidad bávara o, simplemente, su belleza.
En las habitaciones privadas del emperador se conserva un retrato lascivo de la joven, donde se resaltan la herótica melena y la blancura de sus hombros.
Francisco José fue envejeciendo, así lo atestiguan los retratos oficiales. Pero ella permaneció inmutable pues se obligó a los artistas de la corte a que siempre la pintaran joven y hermosa.Citas de: Claudio Magris. El Danubio. Barcelona: Anagrama, 1988. 375 pág.










