viernes, 19 de febrero de 2010

De luto

El sábado pasado enterramos a mi marido.
Hablo en primera persona del plural porque, sin la ayuda de amigos y familiares, yo sola no lo hubiera conseguido.

John William III padeció una insuficiencia respiratoria en vísperas de carnaval y ya no se repuso.
Mi Willy sufría de arrebatos amorosos constantes y, en uno de ellos, sin decirme nada, dejó de respirar y se ahogó.

¡Siempre se van los mejores!

Me regaló esta foto el día de nuestra boda.
John William III, de los Fitzpatrick de toda la vida, hizo la carrera militar en Viena y yo lo conocí años después en una reunión de veteranos.

El destino ha querido arrebatarme al hombre de mi vida a los tres meses de casados, dejándome, eso sí, la casa familiar en herencia. Porque el resto de bienes serán para Junior, su único hijo y, por consiguiente, mi hijastro favorito.

¡Ay, pena, penita, pena… pena!



A las cinco comenzó el sepelio.
Junior estuvo a mi lado en todo momento. Cuando yo lloraba, él me ofrecía su pañuelo de tela. Si creía desfallecer, allá estaban sus bíceps para abrazarme… Todo un detallista el zagal.

¡Ay qué dolor, qué dolor, qué pena!

Cuando sellaron de nuevo el panteón Fitzpatrick, llegó la hora de departir con todos los asistentes a tan emocionante acto.
Una tras otra, las condolencias fueron llegando. Yo intentaba hacerme la fuerte y mantener el tipo porque, con tanta lágrima suelta, tenía la cara como un mapa meteorológico (el rimel tiende a dibujar isóbaras de bajas presiones).


Alguno de los invitados trató de consolarme más allá de lo que aconseja el decoro. Pero fui acabando con los moscardones a “sombrerazo” limpio.
Los pretendientes más serios quedaron emplazados para la misa en memoria de mi Willy al día siguiente, festividad de San Valentín.

Tengo que reconocer que, aunque el dolor me embarga, ahora debo pensar en mi futuro. Aún soy joven y necesito otro marido para que se ocupe de mí y pague las facturas.

¡Snif, snif, snif!


A mí, la cara de esta mujer, me suena un montón pero no acabo de situarla.
En cambio, el marido es clavadito a Karlheinz Böhm, el actor que hacía de consorte de Romy Schneider en las películas de Sisí emperatriz.

¡Qué fuerte!

8 comentarios:

karmeta dijo...

Con semejante consuelo (me refiero al chulazo de la foto), no me importaría quedarme viuda.

Unas tanto y otras tan poco...

Tesa Medina dijo...

Luce usted maravillosa de viuda. ¡Muy guapa!

¿No será ése mozo de la foto el que se sacó de encima? Porque si fue así entiendo que el rimel corrido hizo algo más que dibujar isobaras en su cara.

Besos, Tara

Verdial dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Verdial dijo...

A veces el dicho resulta de lo más certero: "el muerto al hoyo y el vivo al bollo".

Besos

MF dijo...

Estas encantadora de "viuda algre". Sobretodo te queda estupendamente la pamela. Y respecto al chulazo que te consoló: ¿Es de buena familia? ... Piensa en tu hijastro JE JE JE

Anónimo dijo...

Te queda fantasticamente el luto y sobre todo "te queda" genial el chulazo colgado del brazo de la foto...disfrutalo

Tara dijo...

pues, al final, el chulazo de la foto no se presentó a la misa de difuntos del domingo... él se la perdió!!!!

en otro orden de cosas, estoy seriamente pensando en pasarme al luto riguroso a partir de ahora porque el triunfo está asegurado... sobre todo con pamelas como la de la foto!!

C. Chase dijo...

Unas pocas, no creas.