miércoles, 8 de septiembre de 2010

El señor de Musashi


“… La cuestión era que de un tiempo a esta parte, cada noche, cinco o seis mujeres escogidas del grupo iban destinadas al trabajo de llevar una lista de las cabezas cortadas, fijarles un letrero a cada una, lavarles las manchas de sangre, etc. Las cabezas en realidad, si pertenecían a soldados rasos y anónimos, eran ignoradas; y si pertenecían a guerreros de reconocido valor, todas eran así limpiadas cuidadosamente de sus manchas, y luego eran presentadas al general para su inspección. Por ello, con objeto de evitar que la vista que ofrecían fuese desagradable, se les peinaba la cabellera revuelta, se les repintaban los dientes pintados, y si la ocasión lo requería, se les aplicaban ligeros toques de maquillaje. En suma, se trataba de darles la apariencia de personas vivas, devolviéndoles la prestancia y el color de la tez que hubieran tenido en vida. Esta tarea, llamada de acicalar cabezas, era habitualmente desempeñada por mujeres, pero dada la escasez de damas que al presente se acusaba en el castillo, se llegó a asignar tal misión a las mujeres custodiadas como rehenes.”

“… la mujer que más lo fascinaba era con mucho la que se sentaba en el centro, y se ocupaba en lavar las cabelleras. Era la más joven de las tres, podían calculársele unos quince o dieciséis años. Su cara era redonda, y aun en medio de su aparente impasibilidad translucía un cierto aire de encanto natural. Su atractivo consistía, para Hoshimaru, en que cuando ella se quedaba mirando fijamente alguna de las cabezas, una leve sonrisa inconsciente se dibujaba en sus mejillas. En ese instante flotaba por su rostro lo que podría llamarse un asomo de inocente crueldad. Además, el movimiento de sus manos al ir peinando los cabellos tenía una gracia insuperable, una elegancia sublime.”



Junichiro Tanizaki. La vida enmascarada del señor de Musashi. Barcelona: Edhasa, 1989. 314 pág.
(edición que contiene también la obra: Enredadera de Yoshino)

3 comentarios:

Verdial dijo...

Pues me he quedado con ganas de seguir leyendo, y lo que he leído me ha gustado. Voy a procurarme el libro.

Un abrazo

Jordi Cruasan dijo...

pero en qué quedamos? es un señor o un mushashi?

FESTIVAAAAAAAAAAAAL DEL HUMOOOOOOOOOR

Manel dijo...

Guerrero o samurai; siendo un anónimo soy ignorado, sin ignorarte ni ignorante. Si fuera un exquisito Musashi, dejaría de ser ignorado, es decir, dejaría de ser anónimo.
Los escritos, más que las lecturas, se renuevan. Me alegro de verte desde esta, mi azotea abandonada, no así desde más allá del sol de poniente en esa otra hora escogida, como un amanecer extiendo mis letras sin luz.
Desde allí, te leo y, al pasar por aquí, te escribo.