jueves, 2 de junio de 2011

my Champions experience (in Madrid)

Ya ha pasado todo.
Y con la distancia que te brindan 96 horas de relax preveraniego, cada vez tengo más claro que la c4arta fue cosa mía.
Que si no me hubiera comprado los billetes del ave con un mes de antelación, en plena efervescencia tragicómica merengona; y no hubiese cambiado Londres por Madrid, todo esto ni existiría.
La gente preocupada por unos cuantos gramos de ceniza volcánica en el ambiente aéreo y yo entretenida en meter 20 kilos de carga en una maleta de cabina para pasar 2 días ½ en la capital del reino… ¡qué injusta es la vida!


[Lo que viene a continuación es pura absurdidad made in TARA. Absténganse los incrédulos y los adictos al seny más ultraconservador... quedan avisados]


El sábado 28 por la tarde, de camino a Sants Estació, me hago amiga de un extoxicómano, así pim pam, ¡porque yo lo valgo!, que me ayuda a pasar el control de seguridad sin mucho apuro, entre un grupo de seminaristas que opositan para llegar a Iruña.
Ya en el tren disfruto de 180 minutos de lectura apasionada, entre Desembarco del Rey e Invernalia (libro: Juego de Tronos), para mantener una distancia considerable con el resto de viajeros gritones que matan el trayecto discutiendo lo gastado en alcohol durante sus vacaciones.



Y llegamos a las 20:45, hora Champions.
Me cuelo en el H10 Villa de la Reina (Gran Vía, 22) y ante la pantalla de televisión veo una mesita medio vacía; y allá que me voy, cargando una cerveza y una tapa de patatas fritas y almendras saladas.
Y digo medio vacía, la mesa, porque el pobre turista alojado en el hotel y sentado en ella no tuvo más remedio que aguantar mi presencia durante todo el match; al final yo creo que nosotros éramos mucho más interesantes para los allí congregados que los propios futbolistas….
Y es que, donde se pongan Tara Mhéntal y un hooligan del inserso irlandés, que se quite todo lo demás.
¡Qué imagen más maravillosa de respect y de fair play!


Mientras yo le daba a la cebada, el amigo se amorraba al tinto de Rioja. Y con el 1-1 en el marcador empezamos a conversar, con su nulo castellano y mi negado inglés. Aún así, en el momento que me oye hablar de Santa Kemola, empieza a dar palmas con las orejas, pues conoce su situación estratégica en el mapa y esta feliz de rememorar sus años pasados en Barcinona. A pesar del buen rollo y de que le caigo bien (porque eso de que a una mujer le apasione el football tanto como a un hombre sigue despertando cierta camaradería masculina), me confiesa que prefiere vivir en Madrid, pero bueno tampoco lo voy a matar por eso, no?


En la segunda parte se nos acopla una señora del barrio de Salamanca, acabada de salir de la peluquería, vestida de felina para cazar cincuentones y, para más INRI hincha del Barça, yo creo que sólo por llevarle la contraria a su hijo socio del Real Madrid.
La necesitábamos para deshacer el empate, era la “carta castiza” de la táctica Guardiola.
Marca Messi el segundo y, de la euforia, pierde el Prada por los suelos. Pero lo mejor viene con el gol de Villa, ¡qué maravilla!...
… cómo me alegro por él, chiquilla, se lo merece, es tan majo… y que se chinche mi niño, el muy tonto, anda y cómete los 40 goles de cristiano, que te aprovechen…


Porque los que me conocéis ya sabéis que no me gusta ni provocar ni tampoco hacer leña del árbol caído, pero con el tercer gol ya no me pude aguantar. Le dije sorry man y me uní a la celebración con la señorona cañí. Él me chocó los cinco y me dio un cabezazo amistoso, antes de irse a la calle a fumar.
A la vuelta, compartimos ya solos (porque la tigresa madrileña había localizado a una presa en el lobby del hotel) la entrega de la copa, la vuelta al ruedo y parte de la celebración posterior de los jugadores.
La despedida fue lo más duro, ya le había cogido cariño a mi hooligan particular, pero no era recomendable alargar más allá nuestra velada juntos por aquello de no tener que soltar en mi inglés macarrónico… “lo nuestro no puede salir bien, baby”. Así que levé anclas y él se quedó en su hotel.
De retirada al mío, qué raro se me hizo la ausencia de petardos, de coches haciendo sonar sus cláxones, de culés anónimos recorriendo las calles celebrando la euforia por el triunfo…
Al día siguiente me pasaron esta instantánea de contrabando, ¡guardadla como oro en paño!

5 comentarios:

Igor dijo...

Tara, cómo me he reído. Disfruté de la Champions, aunque me hago viejo y sí, grito y celebro los goles, pero luego nada. La euforia me dura dos minutos. No sé qué será.
Mucha literatura en el post. El extoxicómano pq yo lo valgo, el levar anclas, el hooligan, la castiza-tigresa, ese hotel, ese espacio...
Y una champions.
Saludos

C. Chase dijo...

"por qué os empeñais todos en ir a estudiar a la biblioteca?
mira que hay sitios para ir pero ná, todos allí, a la biblio

y encima alucinando con Darth Vader que, como diría el sabio ese de tus apuntes, se debe inequivocamente al hecho de que has visto el anuncio del niño en la tele

tiene tela... marinera!!!"

Pues... no sé, yo lo mejor que le veo es lo de poner los conocimientos en común. Y luego el ambiente está muy bien. Y te hace sentirte parte de un conjunto que no toca demasiado las pelotas. Está bien, sin más.

German Buch dijo...

Seguía en mi monologo interior. Rebatiendo y ratificando cada uno de los atrayentes cuadros expuestos en esas salas a lo MOMA del Museo Thyssen y ahí, frente a mis ojos, estaba ella, la mujer misteriosa que paseó su palmito en las silenciosas estancias del museo, como una heroína más de las Heroínas visualizadas en el Museo Thyssen.

Las calles permanecían en silencio, como en un toque de queda. La sala de ocio del H10 Villa de la Reina, asumía ese toque de queda, entre la pantalla gigante de la tele y la mesa frente al sofá, la mujer de melena azabache, heroína solitaria y misteriosa, coincidencia propia del azar, se acomodó degustando sus labios el oro espumoso de una cerveza y el dulce crujir de esa laminas de tubérculos fritos, mientras su lengua aseaba la huella dejada por esas fritas sobre la carne de sus labios.

Ese día, a esa hora, las imágenes de la tele ofrecían el mejor espectáculo deportivo que, ni el más neófito podía ignorar.
Pasados uno 50 minutos, la sala del H10 se visitó de humanidad en edad insersa. El Barça, el equipo de fútbol que regalaba el mejor espectáculo deportivo, desplegó su juego y al final del match se reflejó en el marcado, 3 a 1. Entre caras lánguidas de los viejos del lugar, sobresalió la voz y la elegancia pintada de una colipoterra salida de Costa Fleming en busca de libras esterlinas, con su abanderado grito: ¡¡Visca el Barça y que se joda mi hijo¡¡

La heroína de melena azabache, cruzó su mirada con mi mirada. Sus ojos, sus gestos su heroicidad final ante el fin del espectáculo, denotaban su amor a los colores azulgranas.

En la distancia larga la saludé con la palma de la mano extendida, bien visibles los cinco dedos de la mano. Ella devolvió el saludo con dos dedos abiertos verticalmente en forma de uve de victoria.
La oxigenada dama de Costa Fleming recogió en su flácido brazo al cliente de turno. Cibeles estaba cerca, pero nada se me perdió en sus aguas para dejar una pica de color.

La heroína conocida y desconocida alcanzó mis pasos cuando me dirigía al ascensor. Su voz despertó mi monologo interior.

-¿Nos conocemos? .- Agradable voz femenina, pensé.

-El conocimiento viene de hoy, hoy nos conocimos.- Dije exagerando mi acento.

-¿Inglés?

-Irlandés. Le extendí la mano y el roce de mis dedos abrigó su fina piel al tiempo que descifraba mi nombre para sus ojos.- Bloom, Leopold Bloom.- Le dije.

Ella, la heroína, quedó algo sorprendida, como si su azotea rebobinara alguna novela que le devolviera ese nombre. El ascensor paró en la cuarta planta, toda una premonición. La puerta de la habitación se cerró en el mismo acto y acto seguido se apagaron las luces.

Cordura dijo...

Eso es una cronica y no las del marca o el sport.
Que importan los regates de Messi, o las paradas de Valdes, que importa ya nada, si puedes abrazar a un irlandes jubilado y a una tigresa de Madrid.

Todo gracias al Barca,
Que locura, en Madrid.

Tesa Medina dijo...

Si las crónicas deportivas fuesesn así, me haría adicta a la prensa deportiva.

No soy futbolera, pero por disfrutar en directo de una escena como la que relatas sería capaz de ver un partido entero.

Un texto delirante y es que es cierto que donde se ponga la realidad la ficción se da de baja.

Un beso, Tara