sábado, 19 de mayo de 2012

Rotos




Hacer lo posible por olvidar, sacudiendo gotas de tintura diversa por el gaznate. Y a veces conseguirlo sólo en parte pues algunos recuerdos, escondidos tras los pliegues de una cortinilla roñosa, se convierten en presente, pierden el polvo del tiempo y tiranizan las horas de borrachera.

Intentar todo y más por regresar al ahora sin efectos secundarios, sin resaca grotesca martilleando sienes y cuencas oculares. Y no conseguirlo más que en pesadillas de azulado tergal. Pero de nuevo el tiempo, de la mano de un despertador ciego y sordo, impone su realidad.

No hace mucho leí en alguna parte que esa realidad era el sueño de la mente. En mi caso no podría aseverarlo al cien x cien; soy una tópica estresada, alzheimica para más datos, que pasa de interrogar a su perturbado cerebro con disquisiciones sistémicas. Para eso,  para salir de dudas, siempre puedo recurrir a la fotovoltaica Sondrina y esperar que su sueño, traducido en tecnicolor, sea lo suficientemente mesiánico para localizar el comando loctite y pegar el Burdeos al aire ligero sin salpicar el cielo grisáceo que hoy decora Santa Kemola.

3 comentarios:

German Buch dijo...

Como cada mañana, despierto cuando despierta el día. Tras los cristales, envuelto medio cuerpo entre visillos transparentes, no por cubrir mi cuerpo desnudo de miradas indiscretas, dormidas a esta hora, y sí por la sonora música en oleaje que el mar me regala, evitando la salpicadura de olas frías irrigando mi piel.
Me acompaña el silencio de la sala y la tenue luz que arrincona mi estancia frente al portátil. Detrás el oleaje, frente a mí, encuadro su azotea en busca de ese roto que me lleva a ella.
Ahí está, como el escribidor, al otro lado tras los cristales, envuelta en la cortinilla de su juventud, repasando el pasado en papel como el día, envuelto en gris plomo, pesado. La realidad es la que observa, la vida presente, con un futuro sordo y ciego de palos en borrachera política, la peor de la conocida embriaguez.

Hacía las 11 de la mañana, ha resonado el timbre al otro lado de la puerta.
La septuagenaria vecina, sola, sin alzheimer, con la gracia de su acento alemán, relata su sueño en la noche.

Ha soñado que mataba a alguien, sin ver su rostro y, como dice ella misma, no debió de sufrir o no quedó muerto, pues no expulsaba sangre.
A continuación deleite el almuerzo con sus sueños, sin velo en la lengua ni vergüenza del mismo ni edad, relatando sus sueños con hombres, sin conocer ni reconocer las caras de esos hombres.

El escribidor le pregunta si disfruta, si es feliz con esos sueños y si tiene un final feliz en sueños con hombres.

Ella, la vecina invitada por ella misma, sonríe; más que una sonrisa es una inacabada risa y sus ojillos azules, pintando el día, delatan la respuesta que su voz calla.

No importa que sueñes en blanco, negro o technicolor. No importa que tus sueños lleguen desde Santa Kemola, Pekín o Pokón.
Lanzar el cristal contra el cristal, solo conlleva a reponer ese cristal o, desparramar en el peor de los casos, el Burdeos que encierran tus labios.

El murmullo de las olas, me regala el sí de mi niña, bebiendo su Burdeos.

Yo, desordenado dijo...

La evolución de Sondrina es impresionante,
dunas de nata cerca de algún mar de la luna,
cerillas encendidas por prometeo,
una vía gris rompiendo todos los paradigmas de una vida.
(me gusta pensar que la foto del rayo también es suya).

Y ahora esto.

Somos reflejos Tara, tan solo reflejos de versos olvidados,
de versos que aun no han roto aguas manchadas por sus venas, sin color, solo somos reflejos de los sueños de otros versos.

Y Sondrina lo sabe.

Perdóname el atrevimiento, pero se merece una etiqueta propia, o si no, compartida con la mujer mariposa, o con la sirena, o con las dos, aunque te haya roto algún disco, te haya embadurnado la cocina o te meta a su novio en casa, para comer una paella.

Yo, desordenado dijo...

Por cierto,
creo que es un Rioja.