lunes, 19 de mayo de 2008

El plan del domingo

Llovía a cántaros y la gente, refugiada en los soportales de la plaza de Prim, esperaba resignada a que escampara. La única persona que disfrutaba con aquella situación era yo porque de siempre me ha gustado ver llover. Eso de pararse a contemplar el diluvio es maravilloso: caen gotas, millones de gotas, una al lado de la otra, y sólo si te fijas bien aprecias las líneas de agua, como rallas que se precipitan, una tras otra, contra el suelo.

Me metí en el Viena, me pedí un zumo de piña y un cruasán, y me apalanqué en la mesa del piso de arriba más próxima a la ventana para continuar disfrutando del espectáculo. Al poco, apareció en las escaleras un amasijo de nervios cargado con varios tubos de planos, el casco de la moto, el paraguas a medio cerrar y una bandeja con dos tazas humeantes. Mis vecinos de mesa le saludaron a gritos.

- ¡Eh, Cosme! ¡Estamos aquí!
- ¿Has venido en moto con la que está cayendo?
- Éste no aprende: ¡cuánto más grande, más tonto!

Risotadas atronadoras que duraron todo el tiempo que Cosme utilizó para dejar sobre la mesa lo que traía y sentarse. “Ha tomar por píííííííííííííí mi momento de paz”, pensé para mis adentros, mientras cerraba los ojos y los puños con fuerza, concentrada en desvanecer a los pesados de al lado, pero sin éxito: parecía como si yo misma estuviera sentada con ellos.

- ¡Y quítate las gafas de sol, hombre, que está lloviendo!
- Es que vengo de incógnito, coño, que me he encontrado abajo a mis vecinas.
- ¿Y te han reconocido? ¿Saben lo que planeas para el domingo?
- ¡Qué va! Ni se imaginan que tendrán un vecino famoso que aparecerá en los anales delictivos de este país pero que no conseguirán desenmascarar.
- ¿Quieres decir que no ves demasiadas películas de policías y ladrones, Cosme?
- Las justas y necesarias. Todo es poco para conseguir nuestro objetivo.
- No, si verás, de ésta acabamos todos en el cuartelillo.
- ¡No seas cenizo, caramba!
- Bueno, señores, un poco de calma. He traído los planos del edificio, los he cogido esta mañana del registro de la propiedad.
- ¿Y para qué queremos los planos? ¿No dijimos que entraríamos por la puerta, como todo el mundo, para no despertar sospechas?
- Tomás, siempre es importante tener un plan B. Y yo creo que tendríamos que valorar el patio interior que aparece aquí, veis, para, llegado el caso, descolgarnos desde la azotea.
- ¡Cosme, tío, tú no riges! ¿Te crees que nos parecemos en algo al Cruise o qué?
- Rafa, ¿tú no tienes un primo que arregla fachadas? ¿Y no nos podría dejar el equipo de escalada?
- Sí, claro, mi primo el Sebas. ¿Y qué le digo? Oye Sebas, que unos amigos y yo vamos a robar en una casa y necesito que me prestes los aparejos para caminar por las paredes. Y no sufras que te los devuelvo en, pongamos, ¿20 años?

“¡Y yo de espaldas, cachis los indios! ¡Te podías haber puesto en otra mesa, so palurda!”, me decía mi cabeza a mí misma. “Piensa en algo, ¡rápido!, tenemos que verles la cara a estos tipos, preparan algo gordo y nosotras somos las únicas que podemos detenerlos”.

- ¡Menuda panda de flojos!
- No desvaríes más, quieres. Seguimos con el plan original y listos. ¿No tiene que ser tan difícil entrar mezclados con el resto de gente, no?
- Y si no siempre nos queda la opción de disfrazarnos.
- Que conste que si nos disfrazamos yo quiero ir tapado, que con el reuma lo paso fatal y, además, está lloviendo; y luego quién tiene que quedarse en la cama una semana soy yo y…
- ¿Se puede saber de qué coño estáis hablando? ¿Disfraces para qué? Así no avanzamos. Ayer lo teníamos todo hablado y hoy no hacéis más que pensar en gilipolleces.
- Es que yo creo que, aprovechando que vamos a dar este giro tan grande a nuestras vidas, se tiene que hacer bien hecho, como auténticos profesionales. Y, para ello, es esencial tener claro qué imagen queremos dar de nosotros mismos. Todos los grandes tienen su seña de identidad y no podemos ser menos. Por eso he alquilado cuatro trajes negros como de Spiderman para cuando bajemos por el patio haciendo rapel.
- ¡No, no y dos veces no! ¡Me niego en redondo a ponerme mallas!
- Y digo yo, ¿y no podemos vestirnos de otra manera? A mí me gusta el traje de vaquero, a lo John Wayne.
- Me lo cuentan y no me lo creo… ¿os habéis saltado la medicación de la mañana o qué? ¡Vasta ya, Cosme, ni cuerdas, ni azotea ni disfraces! ¿Estamos? Y vosotros haced el favor de no seguirle el rollo a éste que parecéis dos viejos chochos.
- Venga Rafa, no te enfades, si todo es una broma.
- Cosme no bromea, hostia, ¿qué no lo ves? En vez de centrarse en lo que le pedimos, que fue un transporte con garantías, se dedica a montarse películas.
- Joder, el transporte… ¿por qué no me lo has dicho antes? Es que no me recordáis las cosas y yo no puedo estar en todo…
- ¡Te voy a saltar todos los dientes como te arree un puñetazo!
- Rafa, me preocupas, te veo muy alterado. Vete abajo y pídete una tila, vas a conseguir que te suba la tensión.
- ¡Cosme, narices, no le piques más!
- Vale, vale… he conseguido que mi cuñado me deje la furgo del reparto, pero se la tenemos que devolver el domingo por la noche a más tardar, porque dice que no se fía de nosotros.
- ¿Le has contado para qué la queremos?
- Hombre, claro, mi cuñado es de fiar. Pero no os preocupéis, no dirá nada aunque lo torturen.
- ¡La furgo! ¿Y quién la conduce?, porqué yo sólo tengo carné de coche, os lo recuerdo.
- Tomás, tú siempre poniendo pegas. ¿qué te pasa, eh? ¿qué te pasa? Ni que fuéramos a atravesar la frontera.
- Bueno, bueno, si nos para la pasma y nos pide los papeles, nos vamos a reir. Y a mí no me hables en ese tono, ¿vale? No me gusta nada.
- ¿Qué pasa: también me vas a pegar? ¿Tú y cuántos más como tú?
- ¡Me cago en la pena negra! ¡Voy a coger el bastón y os voy a dar a cada uno vuestro merecido! ¡Parecéis unos críos! Y tú, Rafa, ¿no tienes nada qué decir? En definitiva, fuiste tú quién nos metió en este embrollo…

“¿Y ahora el Rafa este por qué no dice nada? ¿Y por qué se han callado todos? Gírate con disimulo y mirá qué hacen, so mamarracha”. ¡¡Eeeeh, sin faltar!!, le he contestado a mi cabeza, desquiciada ya de tanto azúcar en sangre.

- ¿Os dais cuenta que sólo tenemos que entrar en el Bartrina y llevarnos las rosas del alcalde para que el Hogar del Jubilado gane este año el concurso? Y de una cosa tan sencilla habéis montado una película estrambótica. Voy a ir a casa, a por la escopeta, y os voy a pegar un tiro, o dos, a cada uno, así no dejaré testigos. Cosme, no pongas esa cara, son gajes del oficio. ¿No decías antes no sé qué de ser profesionales?
- ¡Rafa, estás loco! Yo me abro.
- No, el que se abre soy yo, que ya me tenéis hasta los mismísimos cojones con tanta tontería. ¿Quién me mandaría a mí contaros nada? Y la culpa de todo esto la tienes tú, Matías, que con ese aire de mosquita muerta sólo haces que emmerdar la troca.
- ¡¿Yoooo?! Pero si sólo te dije que no podía ayudarte con el bastón y que te buscaras a otro mejor que yo.
-¡Sí, claro, valiente excusa!
- ¡Eeeeh, no os vayáis! ¡Ayudadme a recoger!

“Ahora, ahora,… ahora les veremos la cara y podremos identificarlos ante un tribunal… ¡qué emocionante!”. Si tú lo dices, le respondo, y me quedo muy quieta a esperar a que pasen por mi lado para fijarme en ellos. De hecho a Cosme ya le conozco, es el viejo que subió con los planos y los cafés. Por la voz seguro que los distingo… Sí, mira, el que sigue blasfemando es Rafa. Y el calvete rubicundo tiene que ser Tomás porque el del bastón es… ¡Matías!.
“Por Dios santo, si son unos abuelos… ¿y estos quieren robar en el Concurso Nacional de Rosas?”. No sé, le digo a mi cabecita loca, pero me da que este año los del Hogar del Jubilado pierden fijo. ¿Nos vamos nosotras también o nos quedamos a limpiar?. “Sígueles, a ver si nos llevan hasta su escondite”. ¡Si hombre, y qué más!, le contesto, ¡que te crees tú que voy a perseguir a cuatro yayos pseudodelincuentes por toda Reus y encima lloviendo… la desesperación no es tan grande, maja!

61è Concurs Exposició Nacional de Roses
(Teatre Bartrina, Reus, 10-12 de maig 2008)

No hay comentarios: