miércoles, 14 de mayo de 2008

Turisteando por Reus

Me he pasado tres días rodeada de goteras pero no en mi casa, sino en Reus. He aprovechado las jornadas de lluvia para visitar los monumentos modernistas de la ciudad y, a parte de estar llenos de fanáticos como yo, también estaban bien surtidos de goteras. Es cierto, los propios habitantes así lo atestiguan: ya no sabían qué era eso de llover sin descanso, día y noche; y les ha pillado por sorpresa. En casa Navàs hemos ido colocando cubos sobre los charquitos y al quedarnos sin, hemos echado mano de la escupidera del señor, de precioso vidrio veneciano.


El sábado por la tarde me he mojado los pies en el Institut Pere Mata, concretamente en el pabellón número 6, porque el agua entraba con gracia y salero por los grandes ventanales diseñados por Domènech i Montaner. Y que conste que no le echo la culpa al arquitecto; lo que pasa es que el abandono que sufre el edificio, por algún lado tiene que notarse. Aún así, mi caso es muy leve si se compara con el de froilan Schulmitz, una curtida alemana que se ha presentado a las puertas del diluvio con sandalias de playa y calcetines, y una rebequita calada de color turquesa, ¡más mona!, que supongo irán a la basura en cuanto la descerebrada vaya a su hotel a cambiarse para la cena.

Volviendo al Pere Mata, os cuento que el centro no tiene nada que ver con la educación secundaria sino, más bien, con sanación mental, pues es una institución psiquiátrica bastante parecida en cuanto a su creación a la que existe en Santa Kemola.
¿Cómo ha dicho la guía? ¡Ah, sí! Resulta que a finales del s. XIX un grupo de acaudalados reusenses montaron una sociedad benéfica con la idea de construir un centro médico especializado en enfermedades mentales. Como era un proyecto muy caro, decidieron crear un pabellón de destacados donde ingresarían a los locos con clase y con mucha pasta, cobrándoles una mensualidad para sufragar las obras y el mantenimiento del resto de enfermos.

Y mal está decirlo pero he tenido una revelación durante la visita, justamente en lo que era la sala de recepción de las visitas a los enfermos de postín. ¿Y por qué? Porqué una bella dama de mente nublada me ha hablado: De nou, lluirà.


Gracias a ella la esperanza vive ahora alojada en mi cabeza y no le tiene miedo al señor alemán que me esconde las cosas. Espero que también a vosotros os ilumine.

Pero sigamos, no se vayan todavía, aún hay más. Aunque esto último que os explicaré lo he descubierto al revisar las fotos en la paz de mi hogar. Resulta que, como llovía a mares, sólo hemos podido encender las lámparas de la planta baja; lo que siempre digo: que la humedad es perjudicial para el reuma y los cables. Así que el recorrido por la primera planta, donde estaban las habitaciones, lo hemos hecho en penumbra y casi a ciegas porque los flashes de las cámaras digitales han ido disparando fogonazos a diestro y siniestro perjudicando en exceso nuestras córneas. E ir tirando fotos sin ton ni son tiene sus consecuencias: he cogido en algunas a un grupo de niños que me han recordado a los que jugaban con Belén Rueda a “un, dos, tres, pica la pared” en El orfanato. ¡Qué miedo! Yo pensando en sacar los muebles y los esgrafiados de las paredes, y lo que veo con susto son unos renacuajos, movidos y grotescos, que seguro se quedaron allí jugando.

3 comentarios:

karmeta dijo...

¿El Buenafuente no es de Reus?

missangria dijo...

La única vez que he estado en Reus tb llovía bastante, me impresionó lo distinguido de su centro histórico. Es una de las grandes ciudades modernistas de Cataluña.

saludo,

Tara dijo...

Tienes razón missangria, el casco antiguo de Reus es impresionante; en general, está bastante cuidado supongo, en parte, porque los locales comerciales están bien arreglados y la restauración arquitectónica también es acertada.
Y gracias que, después de 2 días, dejó de llover porque aproveché para hacer fotos y para pasearme tranquilamente sin el muerto del paraguas.