viernes, 5 de septiembre de 2008

Antidisturbios


Está demostrado: me ponen los antidisturbios.

Para el segmento de población que aún no lo sabía, enterarse así, a bocajarro, puede haber constituido un shock, pero hay que asumirlo y reconocer que, en cierta forma, eso explica ciertos aspectos de mi comportamiento. Así, por ejemplo, en el caso de una manifestación de anarquistas italianos por el centro de Barcinona, lo más assenyat seria recogerse en un café y salir con mejor tiempo. Pero, en mi caso, es preferible vivir el enfrentamiento en primera fila, petrificados los ojos observando el desfile de tropecientos antidisturbios en formación de combate, anhelando ser aplastada en una melé de escudos.

El detonante de esta vulgar manía lo constituye siempre la furgona blindada. Su sola visión desencadena una serie de reacciones chispeantes en mi cabeza que me ponen en alerta amarilla ante cualquier posible incidente.


El referente del antidisturbios moderno es el caballero medieval, el que lucía armadura, casco y cimera en las contiendas caballerescas.
Como le pasa a la narradora de la historia de Italo Calvino, yo también me enamoré de la armadura brillante y reluciente del protagonista de El caballero inexistente, donde un envoltorio es capaz de encarnar la perfección masculina.
¡Y cómo resistirse!
Pues lo mismo me pasa a mí ahora: no necesito imaginarme un tío cachas debajo del traje, con el uniforme me basta y me sobra.
Ese cuerpo acolchado (con el chaleo antibalas) y el pantalón ajustado a la pierna, metido el bajo en las botas militares. Todo rematado con el pasamontañas y el casco (la cimera quedaría ridícula), el fusil y el escudo. La marcialidad en los movimientos acaba de rematar su imagen idealizada.

[aquí va un suspiro laaaargo y profundo]

Para los que se preocupan por mi salud, deciros que tranquilos: la medicación hace efecto. Y para los otros, preguntaros: ¿habeis visto al antidisturbios inexistente?

6 comentarios:

Anónimo dijo...

mañana hago que te detengan y te cacheen hasta desgastarte

Tara dijo...

Qué bien, qué bien, qué bien!!!!
pero sin quitarse el traje, eh, que sino no tiene gracia.
yupi, yupi!!!!

Pablo Ballesteros dijo...

que cosas mas raras te ponen ¿no?
claro, claro, a cada uno le pone lo que le pone.
me gusta tu blog

Tara dijo...

Gracias Pablo por decirme que te gustan las cosas que pasan por esta azotea. Y sí, tienes razón, me ponen cosas muy raras; pero claro, algún defecto tenía que tener, no? En fin, ya os iré contando las características esenciales (tanto las buenas como las malas) de esta particular ubicación geográfica.
saludos!!

Jesus Dominguez dijo...

Llegué aquí desde el blog de Pablo, y me ha encantado. Volveré.

Un saludo

Jesús Domínguez

Tara dijo...

Bienvenido Jesus, en la azotea cabemos todos, bien ordenados y puestecicos nos lo podemos pasar genial.
vuelve cuando quieras!!