sábado, 10 de octubre de 2009

Horizonte vertical


Bandah, la ciudad del perpetuo retroceso, donde las flores marchitas florecen incluso antes de nacer, no figura en las cartas de navegación al uso.
Aunque todo el mundo sabe, geógrafos y astrónomos incluidos, que la deriva de su faro recala al este del punto más noroccidental del planeta.
El sol bordea el horizonte conocido de su puerto en la hora baja, cuando comúnmente las nubes evaporan el agua de las tormentas.
Rara vez la luna intercede su tránsito pero cuando esto se produce, el rojizo elixir de la estrella se diluye en el firmamento y el blanco nuclear del satélite se abalanza a la conquista del anochecer.
Si llegando el ocaso, la intersección provocara un conjunto vacío, el reflejo de la luna traspasaría el oscuro mar y pernoctaría en él hasta el amanecer del día anterior.
Los pescadores de Bandah, supersticiosos desde su lecho de muerte, devuelven en esos casos el fruto de su esfuerzo a las redes para que puedan repartirlo en sucesivos días de ayuno y abstinencia.
Prácticas así sólo estimulan la holgazanería de los enclaves vecinos que ven cómo la ciudad a la contra se vacía de riquezas vanas.


Si pudiera plantar todo lo que tengo con el fin de conservarlo no viviría tranquilo pues los duendes redentores del señor más ufano del mundo arrasarían mis cosechas con la plaga enfermiza de la indiferencia.
Por ello, mi madurez se siente aliviada de cariño y contempla con desparpajo las puestas de luna desde el pasamanos que divide la escalinata del otoño.
La verticalidad del fenómeno me sorprende relativamente cada día menos. Pero los animales vivos, sensibles a los cambios sincronizados, están empezando a mutar sin sospechar la razón aparente.
Hace tiempo los filósofos consiguieron explicarnos el porqué de las mareas; seguro que los matemáticos, más versados en el arte de la naturaleza irracional, podrán descifrar el gran misterio evolutivo.
Para cuando lo hagan yo ya no estaré aquí, quizás sea una criatura de pocos meses o me haya enrolado en la marina de su majestad.
En cualquier caso, Bandah seguirá pareciéndome la ciudad más hermosa creada por los dioses más incautos del averno.
¡Palabra de rey enterrado!

7 comentarios:

Meryone dijo...

oh, aunque sea un eclipse parcial de sol, es como la luna que ilumina a mi sirena. o no?

besos

Tesa Medina dijo...

Bandah, es como Tombuctú, una ciudad más auténtica en el imaginario que en su localización en el mapa.

Los horizontes verticales te permiten abrirlos como una puerta y tratar de adivinar que hay más allá de la intensidad de una bella puesta de sol fugaz.

Los ayunos intermitentes le irían bien a mi rollitos de primavera en este otoño.

Me dejas pensando en lo que escribes. Ando de mudanzas en la azotea de mi cerebro y estoy muy sensible a las oscuridades de las mentes creadoras.

Me gusta Bandah.

Besos, Tara

C. Chase dijo...

Parece una bonita ciudad.

Tara dijo...

Sí, Bandah es hermosa...
me vino a hablar este rey enterrado un día flojo del mes pasado y me dejó pensativa en espirales de color; espero reencontrarlo en el próximo horizonte vertical.

me gusta que os guste!!!

Verdial dijo...

Cuanto daría yo por estar en Bandah y adquirir toda su sapiencia...

Besos

இலை Bohemia இலை dijo...

que lindo escribes...la foto es chulísima!!!

Bss

Yo, desordenado dijo...

Me habían hablado de su poder, pensaba que eran leyendas,
Pero lo he comprobado, el eterno retroceso de este reino,
es real…

Más allá de unicornios Azules, de princesas, de grandes bestias,
más allá de la magia, más allá…

De la poesía en sus campos, en sus cielos, en colores.

En este reino he visto letras marchitas, olvidadas como pétalos,
florecer.

Me ha hecho mirar más allá del mar, más allá de sus olores.

De la indeferencia de un horizonte.

De las veces en que un eclipse, aunque esperado, anunciado,
no se produce, ni siquiera parcialmente.

Me ha llevado más allá de la Luna, de cualquier confín,
más allá de dragones, en mapas del tesoro,
que viejos piratas cojos regalan en cualquier taberna,
a cambio de un poco de ron.

Ya no quiero buscar una marea,
quiero conocer a esos incautos, dioses del averno.

Solo si los encuentro, podré volver a la Luna.

Que me deparará este Rey, que cambia tanto de estado.