domingo, 6 de febrero de 2011

Cruces


Deja de parpadear el verde y el señor del semáforo, de repente, se pone rojo.
Me paro detrás de ella cediéndole todo el protagonismo.
El invierno compite en inferioridad contra su vestido y el ramo de margaritas que sujeta con la otra mano.
Hoy parece más hermosa que nunca.

Cuando se puede, echamos a andar.
Los peatones del otro lado se la miran, es evidente. No son pocos los que se vuelven. Diríase que la boba los ha cautivado, sin proponérselo pero sin poder evitarlo tampoco.
Eso mismo debía estar pensando ella cuando el motorista se le fue encima.

Muerte entre las flores, así rezaba una película de los hermanos Cohen…






Foto: seruji-610

7 comentarios:

Igor dijo...

Buen texto. Y además hermoso, me ha gustado eso de sin proponerselo y este final negro.
PD: gran foto, no sé, tiene vida de verdad, de verdad.
Saludos

Madison dijo...

Me ha impactado el final
Genial texto Tara, y qué bien que nombres a los Cohen

German Buch dijo...

Un sol, ladino; un sol engañoso resplandeciente, cegaba mi panorámica frente a mí, reflectando su luz sobre los adoquines mojados como luz intermitente en la noche.
Resguardado tras el viejo poste del semáforo, atrincherado, una día más, a la misma hora, ella, la niña de mis ojos estaba frente a mi, al otro lado del semáforo.
Creo que se alegraba verme. Cuanto menos yo me alegré al ver y observar su estampa. Intencionadamente retardaba mi cruce en esa calle 42, hasta el punto de ver como su diminuto cuerpo se hacia más presente al acercarse al semáforo en rojo.
Su cuerpo risueño oriental, se confundía con su carita como el día, blanca de luz y la sonrisa de sus ojos en esos rasgos graciosos que visten a cualquier muchacha oriental. Sí; creo que interpreté esa mirada y su alegría al verme después de un largo y tedioso fin de semana.
Hoy me pareció más hermosa, más primaveral desafiando el invierno. Su vestido, transparente a la ráfaga de luz solar, aleteaba como forzado por el mismo aleteo de mariposas en colores que dibujaba su vestido color del sol, amarillo antes del atardecer, procurando, con su mano izquierda, sujetar el revoloteo de su vestido adivinando la blanca refulgencia de su piel. En su mano derecha, sostenía un ramillete de violetas, quizás, las que le entregó su amante en la madrugada.
Ahí estaban los dos, amantes callados, frente por frente, como bobos enamorados, mientras un enjambre de miradas no perdían detalle esperando el parpadeo en verde del señor del semáforo.

“El hombre que nunca estuvo allí”, rezaba la cartelera del cine a su espalda.

Anónimo dijo...

Una foto muy buena, me gusta el ángulo, para acompañar un texto tan impactante como un fogonazo.
Anne Fatosme

Yo, desordenado dijo...

¿Las flores estaban ya muertas, antes de empezar la película; antes de sacar la foto?

Que perfecta combinación; tu foto,
Tara, y la película que ha hecho German, con Él de protagonista.
(Solo un pero; demasiada luz, para ser de día).

Ardo en deseos de saber, si en la película;
ella muere o no muere, y que ha sido del motorista.

Ardo en deseos de saber…
si en la foto;
sea de Japón, de Mostoles o de Gernika,
Ella a muerto;
y no me importa tanto el motorista.

¿Qué era de estas flores, antes de escribir sobre ellas?

Ardo en deseos, aunque sea como público,
en la sesión de noche;
de saber como empieza y acaba la historia.

Gracias a los dos, lo he pasado muy bien, leyendo.

Yo, desordenado dijo...

Y yo... ingenuo, creo que escribo.

Tara dijo...

Ramón, anoto tus preguntas

pero pataleo ante el comentario, "ingenuo, creo que escribo"... hazte a la idea que también lo haces, y que también lo haces muy bien

lo de TAra y GerMan es un choque interestelar, la física nuclear aún está por descifrarlo ;-)