miércoles, 23 de noviembre de 2011

Jackie



Llegué aquí huyendo, escapada de mi cruda realidad.
Una realidad ni mejor ni peor que la de muchos otros, pero sí la mía, propia y de nadie más.




Mudado el semblante, quiso corresponderme con una mueca parecida a una sonrisa y echó a correr. Parece como si la viera marcharse, aún hoy, a cámara lenta, con una música de violines sonando en cinemascope.
¿Y quién le puede recriminar su caprichosa inestabilidad?
Su familia política, con todas las connotaciones que deja en el aire esa última palabra, hizo con ella lo que quiso. Incluido el aprendiz de brujo de su marido.
Ah, pero la erótica del poder es sugestiva y muy cara, y ella siempre supo gastar el dinero como nadie.




Encontrármela en Verona, en esta huída compartida me hizo darme cuenta de mis actos, de lo inconsciente de mi partida incluso para mí misma.
Verla alejándose me obligó a detenerme, como si en esta carrera de relevos, el testigo se lo hubiera pasado yo a ella y no al revés.
Al recuperarla hoy de la tarjeta gráfica me parece todo vacío, carente de significado.
Mas ella sabe que le dejé muchas cosas aquella noche. Y que me escuchara fue un gran alivio.

1 comentario:

German Buch dijo...

Con la frescura de una fría dama, enigmática y reservada. Tal es como te veo, te pienso en mis deseos.
Una realidad escrita, pero que igualmente puedo verbosear, propia, queriendo compartirla contigo, mujer de mirada amada, callada, silenciosa en sus actos.

Pero tus líneas, Bouvier; tus líneas de erótico poder, las encierras en ese circulo de tu segundo amor, esa O que asemejo a tú Historia de O, por conocer.

Te pienso y te reclamo, amazona amante. Dama que rehuyes de ese primer grado “primera dama” por el parecido con el nombre de algún caballo, tan amante de ellos.

¿Dónde estás amada Camelot? Sigues siendo un misterio, sabiendo que existes, aún te desconozco.

Después de aquella tarde, que me leyera, que me siga leyendo, es toda una esperanza.

Jackie ¿estás aquí?