lunes, 2 de abril de 2012

Atardecer 3.5


Un mundo invertido, o más bien pasado por el embudo infiltrado del tiempo.
Abajo, la tierra oscura, con centelleantes granos de timidez.
Arriba, empezando en lo más alto y desbordando el cuello estrecho del día, el denso océano de púrpuras, violetas y grises nubes.
Y en la justa medida de todo un trazo carboncillo, azucarado en las mieles de ocasos perpetuos.
Disfrutar del precipicio de las horas, cayendo la vista por detrás, secuestra toda voluntad de enmienda.
Los gases, acuarela parduzca de mi recreo.


Al final, la gravedad no se deja triunfar.
Apagada la luz del orbe, la noche tintinea borrando las líneas de lo, hasta hace poco, poéticamente visible.
Plano urbano del tesoro por encontrar.









Fotografía APOD: Luna mercurio

1 comentario:

German Buch dijo...

Despuntaba el día, ofreciéndonos esa luz dormida, grisácea en el espacio, despejando la fina cortina en niebla. El vaho, como huyendo de la luz, dejaba a nuestra vista la empinada y sinuosa senda asfaltada, ofreciéndonos la unión entre cielo y tierra.

A nuestros pies, en vista de vértigo dormía la tintineante desnudez de la luz entre Mentón y Mónaco sobresaliendo en el este la alargada y brillante espada rojiza del día, ese rayo de luz que acompañaría la media luna plateada por mercurio, apenas un punto seguido, visible, en el amanecer.

El adiós del atardecer, despertada la oscuridad, el carboncillo había dejado la silueta de dos amantes, en su huída, la niebla había dejado al descubierto el perfecto trazo de dos cuerpos como celestía de vida.

Amanecía.