
Reflejos azulones, magentas, verdosos... van recorriendo los latidos del corazón. Y el repique de tambor que recibe el ordenador, sale disparado a través de los altavoces con una voz ronca, casi cazallosa, que hace vibrar de sorpresa hasta al más pintao.
Pero un ecocardiograma también te puede desvelar qué vive a la sombra del astro rey.
La paciente, tumbada en la camilla y agena al festival de luz y de color, tiene suficiente con no marearse y dejarse toquetear. Pero el espectador que asiste por primera vez al espectáculo se queda muerto al descubrir aquella figura, en cuclillas y siempre de gris marengo, que le mira con rostro cansado desde el monitor.

Lo cierto es que me dejo ver muy de tanto en tanto, y que hoy me has pillado de casualidad.
Aprovecho la vigilancia de los médicos para tomarme un respiro y descansar unos segundos.
Si fuera tú, me fumaría un Ducados pero aquí dentro no se puede, los pulmones han prohibido fumar a todo kiski.
La cara de alucine te delata, quieres saber quién soy pero no te atreves a preguntar porque el radiólogo te echará de la habitación. Y como lo sabes y no te quieres arriesgar, sigues mirándome con ese careto de paisaje.
Quiero que sepas que me has descubierto porque, igual como le sucede a la luna, yo vivio a la sombra del corazón, y las luces del ecocardio han delatado mi posición.
No me puedo presentar, no tengo nombre, pero sí un trabajo fijo: me aseguro de que la máquina no se pare nunca. Y te aseguro que a veces es difícil aguantar tanta presión.
En 80 años tu madre ha hecho de todo, y hemos estado ahí, ayudándola.
El colesterol y la diabetes han dilatado su corazón y el curro se ha multiplicado infinitamente, pero aguantamos como jabatos (en mi caso más, claro).
En adelante la cosa se complica: eso de tener a una niña perezosa y caprichosa encerrada en el cuerpo de una anciana muy estropeada, va a ser difícil de gestionar... ¡Qué te voy a contar a tí que no sepas ya!
En fin, aquí seguiré, no sufras.
Y ahora te dejo, el deber me llama.
Un placer haberte conocido.
¡Vamos nena, se acabó la juerga!
3 comentarios:
Interesantes reflexiones , veo que le viene la inspiración en los lugares y circunstancias más variadas.
Abrazos!
Gracias por las felicitaciones.
¿Tú los odias?
A mí me encantan.
Me temo pues que tendré que odiarte.
Sí Aloma, las musas se materializan en una sala de hospital o escuchando un concierto de Mozart en el Auditori... son totalmente anárquicas!!
y Chase, porfa, no me odies, no sé si podría soportarlo...
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