jueves, 15 de enero de 2009

A la sombra del corazón

Las técnicas digitales aplicadas a la medicina transforman una insípida radiografía torácica en una aurora boreal de vivos colores.
Reflejos azulones, magentas, verdosos... van recorriendo los latidos del corazón. Y el repique de tambor que recibe el ordenador, sale disparado a través de los altavoces con una voz ronca, casi cazallosa, que hace vibrar de sorpresa hasta al más pintao.

Pero un ecocardiograma también te puede desvelar qué vive a la sombra del astro rey.
La paciente, tumbada en la camilla y agena al festival de luz y de color, tiene suficiente con no marearse y dejarse toquetear. Pero el espectador que asiste por primera vez al espectáculo se queda muerto al descubrir aquella figura, en cuclillas y siempre de gris marengo, que le mira con rostro cansado desde el monitor.


Me estás viendo pero no crees en lo que ves, ¿verdad?. Normal.
Lo cierto es que me dejo ver muy de tanto en tanto, y que hoy me has pillado de casualidad.
Aprovecho la vigilancia de los médicos para tomarme un respiro y descansar unos segundos.
Si fuera tú, me fumaría un Ducados pero aquí dentro no se puede, los pulmones han prohibido fumar a todo kiski.

La cara de alucine te delata, quieres saber quién soy pero no te atreves a preguntar porque el radiólogo te echará de la habitación. Y como lo sabes y no te quieres arriesgar, sigues mirándome con ese careto de paisaje.
Quiero que sepas que me has descubierto porque, igual como le sucede a la luna, yo vivio a la sombra del corazón, y las luces del ecocardio han delatado mi posición.
No me puedo presentar, no tengo nombre, pero sí un trabajo fijo: me aseguro de que la máquina no se pare nunca. Y te aseguro que a veces es difícil aguantar tanta presión.

En 80 años tu madre ha hecho de todo, y hemos estado ahí, ayudándola.
El colesterol y la diabetes han dilatado su corazón y el curro se ha multiplicado infinitamente, pero aguantamos como jabatos (en mi caso más, claro).
En adelante la cosa se complica: eso de tener a una niña perezosa y caprichosa encerrada en el cuerpo de una anciana muy estropeada, va a ser difícil de gestionar... ¡Qué te voy a contar a tí que no sepas ya!
En fin, aquí seguiré, no sufras.

Y ahora te dejo, el deber me llama.
Un placer haberte conocido.

¡Vamos nena, se acabó la juerga!

3 comentarios:

ALOMA69 dijo...

Interesantes reflexiones , veo que le viene la inspiración en los lugares y circunstancias más variadas.

Abrazos!

C. Chase dijo...

Gracias por las felicitaciones.


¿Tú los odias?
A mí me encantan.
Me temo pues que tendré que odiarte.

Tara dijo...

Sí Aloma, las musas se materializan en una sala de hospital o escuchando un concierto de Mozart en el Auditori... son totalmente anárquicas!!

y Chase, porfa, no me odies, no sé si podría soportarlo...