sábado, 6 de junio de 2009

Más fútbol

Hace unos años, en el suplemento de La Vanguardia, escribí…

Si eres una mujer blanca, de 35 años, soltera y sin hijos con dos carreras universitarias y trabajo fijo, no puedes ir por el mundo diciendo cosas como… “Necesitas a Iniesta o a Deco, con una excelente visión de juego, para asegurarte la circulación del balón al primer toque y, también, la posesión. Sólo así llegarán pases en profundidad a los delanteros”… Porque intimidas a los hombres que te puedan estar escuchando –ese día no ligas, fijo- y porque aburres soberanamente a tus amigas al no mencionar las piernas de los jugadores o sus cuentas corrientes. Si a todo esto añades que sigues con atención la liga, que vas al Camp Nou a ver los partidos y a animar a tu equipo, que puedes llegar a cambiar tu agenda social si coincide con retransmisiones deportivas, y que en tu balcón ondea la bandera azulgrana para festejar los triunfos, pues la cosa empeora hasta grados insospechados. Pero, ¿y lo bien que te lo pasas con el fútbol?



Ahora, esta enajenación que me nubla el sentido y que tira por tierra al señor alemán que me esconde las cosas, se ha cobrado una nueva víctima: el aficionado merengón que vive al lado.
Pero ojo, sigue vivito y coleando, sólo faltaba, lo que pasa es que no lleva demasiado bien que la bandera descomunal que ondea desde hace un mes cayendo desde la azotea por toda la fachada le tape el lindo sol del amanecer. De hecho, lo que más le jode es que los rayos atraviesan la tela y los colores azul y grana quedan pintados en su habitación; y eso de despertar bañado en un mar culé le repatea los higadillos.
Y yo lo entiendo, porque si me pasara a mí lo mismo también estaría cabreada.
Pero como le dije no hace mucho… ¡Amigo José, asúmelo tío, a este mundo se viene a sufrir!


Para los que nos gusta el fútbol, el verano se convierte en una travesía por el desierto. El verde brillante de la hierba mojada que, hasta no hace mucho, residía en las pupilas de los adeptos a esta pagana religión, ha muerto quemada por el sol del buen tiempo y ahora sólo queda arena rojiza.
Como si U2 ya hubiera actuado en el Camp Nou y todavía no hubieran empezado los trabajos de replantación.
Y esta desgracia crea problemas de logística importantes porque hay que reprogramar la agenda para entretener las dos horas que se ganan al no tener partido. Así se van sucediendo un sin fin de actividades, a cual más penosa, que no acaban de llenar el vacío existencial que ha dejado el cierre futbolístico.
Que si barbacoas con amigos insoportables, que si más bañitos en playas infectadas otra vez de medusas asesinas, que si encaje de bolillos cada vez que vas a casa de la suegra, que si Paco ayúdame con los niños y llévatelos un rato al parque para que se desbraven, que si caminatas interminables con el perro para que estire un poco las patas y regule su transito intestinal de una puñetera vez, etc., etc., etc.


En fin,… ¡¡qué haríamos nosotros, sufridores empedernidos, sin esa colección de dvds que ahora venden todos los periódicos y que, a pesar de la fortuna que nos arrebatan, nos proporcionan entrañables y carismáticos momentos de éxtasis y desenfreno mientras babeamos como tontos reviviendo los goles de nuestros ídolos del balón!!

2 comentarios:

dEsoRdeN dijo...

Y los que tengan TDT, en BarçaTV no paran de echar partidos memorables a todas horas... ;P

Manel dijo...

Con tu permiso, bueno, mejor dicho, sin él, le envío este post a un amigo culé al que le arderán las tripas de leerlo. ¿Qué será más fuerte? ¿el poder corrosivo de tu estilo? ¿la amistad que mantengo con él? ¿Volverá a dirigirme la palabra cuando nos veamos de nuevo?