lunes, 2 de mayo de 2011

Una cita cualquiera

Había quedado con un amigo para ir al cine pero no podía quitarse a L de la cabeza.



L no era nadie.
Sólo un contacto twittero, un asiduo de las páginas que le gustaba leer, un narrador de historias fantástico,… un auténtico desconocido.
Y, sin embargo, en las últimas semanas, lo había sido todo para ella.
Unos brazos virtuales en los que refugiarse, una voz imaginaria a la que adjudicar bellas palabras de amor. Un hombre, en definitiva, que había sabido despertarle un intenso deseo.
Y aquella tarde, aunque la cita con su amigo le apetecía mucho, no podía dejar de pensar en cómo sería esa misma cita con él, con L.

La ducha le ayudó a relajarse, con el agua ardiente recorriendo su cuerpo en meandros gigantescos, salpicados de espuma jabonosa.
Y el saxo canalla de Dani Nel•lo escogiendo por ella el atuendo de mujer fatal.
Abrió cajones y armarios con la intención de encerrar en ellos a L para volar libre hacia el amigo que seguro compartiría una cama con ella esa noche.
Pero L escogió las medias negras con liga que más la favorecían y ella sólo tuvo que, desde la punta del pie, ir desplegando la seda por sus piernas, poco a poco, hasta aprisionar los muslos en un refinado encaje de flores.
También L se hubiera ocupado de la ropa interior. Pero ella no le dejó, ese tema era sólo cosa suya, de lo contrario cómo sorprenderlo en la habitación de hotel.
Además, todo el éxito dependía de una prenda estrella, una falda en rojo chillón, ceñida a las caderas y con vuelo por encima de las rodillas, para asegurar que en un lance de sus piernas se llegaran a insinuar los límites ligueros.
Por eso aquella falda exigía una lencería exquisita.
Así su sexo luciría sugerente y apetitoso bajo fino tanga noir, para seguir con el ambiente años 50 del saxofonista.

Ella observa sus dos cachetes en la luna del repujado espejo y una sonrisa pícara se dibuja en el reflejo. Al darse la vuelta, sobre el vientre un triángulo perfila sus ingles destacando sobre el tono nacarado de su piel. Y, de repente, se ve hermosa, medio desnuda aún, como si jugara a exhibirse ante L, ante su amigo, en un juego de seducción peligroso y ambiguo.


Encerrar el candor de sus pechos en torno a unos aros dominantes, sabiamente disfrazados en terciopelo y blonda, dio al conjunto su acento más erótico.
El piano lento, los suaves toques de batería dejaron a L colocar en su sitio la bandera roja del pecado y un suéter de punto, ceñido a las formas delgadas y proporcionadas de su talle.

Ahora sólo restaba subirse a una esbelta aguja, caminar con garbo y contornear las caderas, como chasquidos atronadores sobre la gravedad del contrabajo.
Saldría de casa sin olvidar su pintalabios, del mismo tono bermellón que la falda, un barniz sabroso que había convertido su boca en jugosa frambuesa.
En unos días L sabría de su encuentro, del arrebato en que ella había sumido esas horas previas. La ansiedad que devoraba sus entrañas al imaginarse ante él, mansamente provocativa y salvajemente excitada. Sin entrar en detalles le confesaría su caída en los infiernos al dejarse arrastrar por los besos y caricias del amigo. Pero con otro hombre proyectado en el cielo esmeralda de sus ojos.

Sabe que L la entendería.
Que le regalaría su propia versión de los hechos, su paraíso, sobre los hilos internautas para que ella fuera feliz entregándose, ahí sí, a su verdadero amante.

12 comentarios:

Igor dijo...

Tara... Qué pasada la entrada. Bella, sensual. Con tempo. Y sensual, aunque sea un deseo imaginario. Creo que es muy difícil hablar sobre el deseo.
Verdad/Internet/Ficción/Realidad.

Saludos. Qué buen sabor de boca.

Tara dijo...

poco a poco voy pagando mis deudas, y este post se lo debía a Germán desde que leí uno de los suyos donde también había implicada una falda roja

espero que, por lo menos, os entretenga!!

(la chica no se parece en nada a Tara, doy fe)

Tesa Medina dijo...

Sensual y cinematógrafico.

Es posible que la tensión sexual que mantiene la chica de la falda roja con su amigo virtual decaería si el encuentro fuese real.

La intensidad con la que ella cree que él elige su atuendo está muy lograda.

La música elegida, también.

Un beso, Tara

Yo, desordenado dijo...

Si yo fuese el amigo de la chica, y me aparece de esa guisa sin yo esperarlo, la llevaria a un palco privado, no importa de que, puede ser hasta del camp nou, sobre todo hoy.
Despues ya veriamos que pasa con L

✙Eurice✙ dijo...

Gracias por visitar mi blog de microrrelatos.
Las faldas rojas tan sugerentes ellas, siempre son parte importante de cientos de historias. Me ha gustado mucho como has relatado la historia.Me quedo por aquí, por cierto te invito a visitar mi blog más personal, el que actualizo con mayor asiduidad, port lo que he leido creo ue te va a gustar Tara, te dejo el link
http://eloscurodesvandemimemoria.blogspot.com/
Un saludo

L dijo...

Se conocían sin conocerse, esto es, cada minuto en sus horas veloces a través de este espejo, reflectaba un sincero conocimiento de sus sentimientos.
El hombre que cada noche esperaba su llegada como esa exaltación del amor, como placer carnal desnudando su voz.

En silenciosas travesías de la noche, sus embarcaciones habían coincidido en ese punto de luz que dejaba el haz del faro, sus miradas, reflectaban las ondulaciones de plata desamparadas a la luz de la luna sobre el mar.
Así creció el conocimiento de su amistad, el abrazo virtual que envolvió sus noches del iglú exterior.

“T” se acostumbró a su paseo nocturno, a veces calladamente, otras; con un saludo de buenas noches para que “L” no descubriera o adivinara, el cosquilleo, como alas de mariposa que revoloteaban dentro de ella.
Atrás, en la estela de sus días, quedaba un páramo yermo.
“T” como mujer conocedora de su cuerpo, notaba dentro de sí ese fuego ardiente, más aguada su llama que incendiaria chispa.

No jugaba con “L”; deseaba que él la fuera descubriendo y así fue como “T” reveló, con la naturalidad de una enamorada, que en su interior volvía a brotar el manantial que encubría su entrepierna.
Antes de la cita de “T” con su amigo, ella relató su despertar a “L”:
Esa mañana, desperté sin abrir los ojos y tú en mi. Mis manos, se adentraron en la desnuda senda de mi vientre y mis dedos descorcharon el viñedo rasurado de mi sexo, el espumoso jugo que brotaba en mi rajada verticalidad lagrimando mis labios en rosado rocío.
Quería compartir con “L” su sexualidad, hacerle participe de su placer. Quería, reclamaba, ser vestida por “L” dejando para ella la lencería interior, un tanga braguita en brassiere audaz, picardía que su amigo no llegaría a descubrir y que “T” descubría para “L” esperando ese deseo de verle, esperando mi boca besarte.

El día señalado, “L” sugirió a “T” se vistiera para él como se vistió aquella tarde en la cita con su amigo, mientras recreaba su figura desnuda frente al espejo jugando a exhibirse ante “L”.

Riiinnng Riiinng Riinngg......

A medida que vislumbró el rojo a sus ojos, la figura lejana se transformó en mujer. Un revuelo en rojo, así se lo confesó “L” en susurro al dejar dos besos en las mejillas de “T” :
Deseo adivinar quien se esconde bajo este vestido en rojo. Me gusta el revuelo de tu cuerpo en alas de tu vestido rojo, ese momento en que tus muslos blancos, compiten con el encaje sujeto a tus medias negras, segundos antes que mis besos coloreen en rojo la carne de tus níveas nalgas.
Un cárdigan negro, ceñido a su cuerpo, hombros desnudos, dejaban a vista de “L” la luminosidad de un pecho en sinuosa picardía bajo esa tela transparente y sensual, la picardía en nacimiento de sus senos, dejaba marcado la vertiente de ese valle donde unos pezones, como botón de ancla, invitaban a apagar la luz para seguir pensando en ella.......

L dijo...

Riiiinnnng Riiiinnnng Riiiinnnng.....

Entre esas cuatro paredes, una tenue luz, como las tenues notas musicales, trásfugas, bajo el resplandor de la puerta, “L” acopló la mujer de rojo en la cavidad de su cuerpo, sus manos, por debajo del vestido rojo, hurgo con delicadeza entre los pliegues de su tanga, cosquilleando sus nalgas más allá de su risueño agujero negro.
La manos de “T” ese teclado de sus dedos con uñas pintadas de rojo, seguían el ritmo creado por Berlioz y su Corsario, el pirata, asido a su grupa, guiaba la nave sobre las encharcadas aguas de su vulva, unos labios que untaban de sabor la yema de unos dedos que volvían a perderse entre los pliegues de su abierto claustro.

Riiiinnnng Riiiinnnng Riiiinnnng .....

El espejo reflejaba dos cuerpos semidesnudos y, a pie de cama, el vestido rojo sobre el cárdigan negro junto a la picardía que cubrió sus senos.
Los ojos de “T” enfocaban, tras el azabache en rizos de su melena, descubrían el cuenco de las manos de “L” cubriendo esos palpitantes y excitantes senos, donde el faro de sus pezones, salientes, duros y entregados a las caricias de unos dedos que pellizcaban su carne, castigándolos, estrangulándolos en el ardoroso fervor de una lengua habida.
Las manos de “L”, en ritmo acompasado, deslizaban unas medias negras dejando al descubierto la blanca luz de sus muslos, la carne de sus piernas en nieve y esos deditos pintados en rojo.
Desnudos sus pechos, desnudas sus piernas, las manos de “L” asieron las caderas de “T” colocando su cuerpo en forma de gata, arrodillada de cara a la cama, dando la espalda a “L”.
Las manos de “L”, mientras su lengua recorría la cordillera de su espinazo, deslizaban el tanga brassiere audaz en negro que cubría su desnudo sexo, rasurado, barnizado en lágrima placentera liberándose en la comisura fronteriza de su vulva.
“T” ladeó su cabeza al encuentro de la boca de “L” que mantenía sus manos apretando la carne en la cuenca de sus pechos. La boca de “L” navegaba sobre el glacé de sus labios pintados de rojo, mientras su lengua paseaba sobre la capilla sextina del cielo de su boca.
“L”, acoplado a “T”, dejó sus dedos, a ritmo de Vertigo, en acompasadas notas del saxo de Dani Nel.lo, siguiendo la introducción más allá de ese volcán excitado y húmedo a la vez. El leve susurro de su aliento, de sus besos, vestía su desnudo cuerpo erizando las puntas de sus senos, encendiendo sus mejillas, sus labios, su cuello, desbordándose una marea en sus entrañas que la arrastraba hacia la orilla del placer. Revolcando su cuerpo en su primer orgasmo, hendiendo sus dedos en esa vulva encharcada, dispuesta para acoger el asta, laminado por su legua, y guiar con sus manos el grosor a ese confín de su oasis, sintiendo el calor en color rojo como el color del vestido que descansaba a los pies de la cama. El color y el calor, esa energía que desprendían sus cuerpos encajados en el arco de sus caderas, anunciaban, entre susurros mutuos y las notas del saxo, la convulsión y exaltación de un nuevo orgasmo acallando las notas musicales de vértigo el grito de gozo que provocó la verga de “L” desahogando su nieve en la cuenca abierta de su clítoris.
Abrazados, como dos amantes conocidos, refugiaron su amor bajo la sábana con olor a ellos.........

L dijo...

“Sueño eterno” .Conocía esas notas, no le costó adivinar de donde procedían. Esta vez, frente al espejo, la devolvería a su estado natural. Abrió el bolso, cogió su celular; apretó el botón verde ahogando las notas de “Sueño eterno” el aviso de su celular en llamada por recoger.

-Hola, dime.

-¿No te encuentras en casa? Llevo timbrando a la puerta desde hace unos doce minutos. Al final decidí llamarte por el móvil con ese miedo de que hubieras olvidado nuestra cita de hoy.

-¿Dónde te encuentras?

-Me halló a pie de calle.

-Vale, cielo, enseguida bajo. Me monto sobre los zapatos y nos vemos en minuto y medio.

La música de su celular había con el final que su amigo no se imaginaria nunca. Se había vestido para “L” y con el trasunto de “L” frente al espejo, ensimismada, absorta en él, había sentido más que un orgasmo, le había sentido a él, a “L”.

Al llegar a la calle, dos besos en la mejilla de su amigo, no sería excusa para estar con “L” sin llegar a estar. Cada paso delante de sus piernas, notaba como el chup chup de su entrepierna se estremecía de su olor con el sabor de “L”.

German Buch dijo...

Puede o no, parecerse a Tara, me refiero a esa chica de rojo. Lo que no miente, ni admitida duda, es que tus palabras transmiten como eres, vistas de rojo o de azul turquesa en transparentes aguas.
Nada mejor que pagar la deuda con el deber cumplido, cumpliendo la promesa de la implicación en color de pasión.

Tres rectas; tres nombres que configuran el triángulo isósceles rectángulo; “T”, en ángulo recto de 90º, como ordenada su vida y los otros dos ángulos iguales, consecuencia del reflejo en el espejo, es decir “L” y amigo, la misma proyectada sombra.

Una armonía, más que sexual, sensual. La sensibilidad manifiesta de la chica de rojo, que, sin parecerse en nada a Tara, invita a un tercer hombre, Germán, prendado de la chica de rojo, “T”.
Preguntándome por esa casual coincidencia de la inicial con el nombre de Tara, esa mujer en blanco y negro que no ha conocido a nadie que la bese como yo.

Tara dijo...

vaya revuelo ha levantado esta falda, y cómo nos ha sacado los colores (por lo menos a mí)

L, lo tuyo es muy grande, cómo lo has hecho para enterarte de este divertimento?

Yo, desordenado dijo...

Tienes razón Tara, vaya revuelo debajo de una falda roja.

Ya solo falta que cuente su versión el amigo que llevó a "T" al cine esa tarde, que seguro tenía un nombre de más de una letra, de más de una tarde.

¿Consiguió ser amigo, también de noche?

Verdial dijo...

Que poderosa es la imaginación y lo que puede llegar a hacer. Está claro que es la que domina nuestras vidas y también la que más nos hace disfrutar. Magistralmente lo reflejas en tu escrito. La imagen virtual de L arranca toda la sensualidad de ella a pesar de no conocerlo personalmente...

Un abrazo