sábado, 6 de diciembre de 2008

La tía Trinidad

En un cementerio, los inviernos son duros de pasar.
A trabajos forzados le condenaron hace ya cuatro por matar a su mujer.
La relación fue mal desde el primer día; las broncas y palizas fueron constantes. Y las fulanas fueron desfilando por su vida como las cuentas de un rosario.

Al final, tirarle agua hirviendo por encima y negarle el auxilio de un médico, resultó ser lo más efectivo.
Dos sobrinos fueron a verla a su casa cuando ya no tenía remedio; a saber cómo se enterarían.


La novia está radiante.
Ha hecho realidad un sueño infantil: casarse con el hombre de su vida.
Hasta llegar aquí, el camino ha sido largo y tortuoso pero han sobrevivido a una guerra y eso es lo que importa.
Le hubiese gustado que su padre la viera hoy, convertida en la esposa de un militar para, de alguna manera, recompensarlo por los disgustos que le causó de moza.
Pero, ¿cómo se hace para restituir la salud a un padre cuando te presentas en su casa con una barriga de cinco meses y sin dar razón alguna sobre el padre de la criatura?
¿Cómo devuelves a una familia su honra y su orgullo después de preñarte siendo soltera, con aquella, tres veces?
La novia sigue bailando aunque ya no siente la música; se le han entelado los ojos. En su retina se han instalado los tres niños nacidos muertos, porque no estaba de Dios que ninguno de ellos viviera.

Clara se ha dado cuenta. Algo ha enturbiado la felicidad de su hermana.
Ojalá le acompañe la desgracia el resto de su vida. Ojalá se olvide de sonreir para siempre y sus ojos derramen suficiente agua salada como para llenar un mar de océanos.
Desde que su padre falta y la familia ha perdido el peso que ostentaba en el pueblo, ella ha cuidado de madre, marchitando su juventud.
Y ahora, para colmo, se casa con él.
Maldito seminarista embaucador, que le gustan más los repiques de tacones de una mujer que los de las campanas de misa. Convertido en militar, de la noche a la mañana gracias a la guerra, se cree todo un señor pero no es más que un canalla, sinvergüenza.
Su hermana tiene lo que se merece.

Nacida en una aldea de Pontevedra, sus padres la llamaron Trinidad.
El destino se la presentó al Diablo y entre las faldas de una sotana se le enredaron el alma y la vida.
¡Pobre niña enamorada!

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado mucho la historia de la tía Trinidad, aunque es una historia dura y, seguramente, llena de sombras.
Todos tenemos historias familiares que contar. Yo también tengo alguna, como la de mi abuelo paterno, que murió por defender su libertad y la de todos en una época en que la palabra "libertad" estaba prohibida y perseguida a muerte. Puede que algun dia cuente la historia, aunque creo que tú ya conoces algo de ella.

Besos

Tara dijo...

Todos tenemos un bahúl lleno de recuerdos, propios y agenos.
Y, a veces, aparecen algunos con los que no contabas, que se cuelan entre las visagras y, al abrilo, te golpean brutalmente el ánimo.
Mi madre no verbaliza sus recuerdos, ella dice que son demasiado dolorosos para oirlos; así, guardados en silencio, son más llevaderos.

Algún día tendríamos que poner en común algunos de estos recuerdos bahuleros, para que se reconfortaran entre ellos.

Anónimo dijo...

Tiene en parte razón, a veces es mejor guardarlos en silencio, pero llega un momento en el que el mismo recuerdo pide paso para salir y gritar, y en ese instante la liberación es total aunque el recuerdo es el mismo la sensación es de paz contigo mismo y empiezas a verlo de una forma muy diferente.

Tara dijo...

Completamente de acuerdo, amigo Anónimo.
Gracias por participar de esta comunión de recuerdos.

Rachel dijo...

Romántico y triste post, pero bonito.
gracias por tu comentario, seguiré tu azotea.
rachel

ALOMA69 dijo...

Me ha gustado esta historia de la tía Trinidad, ya sabe que me va lo de las historias tristes.

Es curioso pero en casi todas las famílias existe una tía con una vida digna de una película de VICENTE ARANDA.

Saludos gélidos, brrrr, qué frío!!!

Tara dijo...

Gracias Raquel, gracias Aloma!!

Pablo Ballesteros dijo...

que historia hija que historia y qué recuerdos.
me ha gustado mucho